Fue el domingo 3 de julio de 1988. El vuelo 655 de Irán Air -la aerolínea de bandera del estado iraní- partió del Aeropuerto Mehrabad de Teherán con destino a Dubái con 274 pasajeros y 16 tripulantes.
Cuando volaba sobre el golfo Pérsico y estaba a mitad de ruta, la aeronave estalló en llamas y sus restos se precipitaron sobre una amplia zona de las aguas jurisdiccionales iraníes.
No se trató de un accidente ni tampoco de un atentado perpetrado por algún terrorista mezclado entre los pasajeros. El Airbus había sido alcanzado por fuego antiaéreo procedente del crucero lanzamisiles Vincennes, de bandera norteamericana. Se supo, poco después, que el vuelo comercial había sido confundido con un avión de combate de la Fuerza Aérea Iraní. Pero, ¿qué hacía allí el buque norteamericano?
GUERRA IRAN-IRAK – En 1988, la guerra desatada entre Irán e Irak estaba en su fase final. Había empezado en 1980 cuando Irak intentó apropiarse del rio Shat el Arab, un brazo fluvial de 200 kilómetros formado por la confluencia de los ríos Tigris y Eufrates y que desemboca en el golfo Pérsico.
Entre los iraquíes que lo pretendían y los iraníes que lo defendían, ambas naciones pelearon durante ocho años con el resultado de casi un millón de muertos, dos millones de heridos y al menos cuatro millones de desplazados.
Irak no pudo concretar su propósito de apoderarse del caudaloso rio y su cuenca, una extensión natural del territorio iraquí encerrado en la Mesopotamia. La mayor parte del curso de agua sigue siendo el limite arcifinio entre ambas naciones.
Irán tampoco cumplió con su propósito de derrocar a Sadam Hussein, destruir su poderío militar y empoderar a la facción chiita enfrentada históricamente a los sunitas liderados por Sadam.
En esta controversia sangrienta, Estados Unidos había tomado partido por Irak, en los días en que Sadam Hussein era un aliado natural de Washington y no el caudillo sanguinario y genocida de los albores del siglo XXI.
REVOLUCION DE LOS AYATOLLAHS – EE.UU. había estado sosteniendo la monarquía iraní encabezada por Mohamed Reza Palevi, el sha que había acumulado una enorme fortuna con los recursos petroleros. Las desigualdades sociales resultantes dieron lugar a la sublevación de los ayatollahs, lideres religiosos musulmanes chiitas que derribaron a Reza Palevi e instauraron la revolución islámica que gobierna Irán hasta hoy.
Instalado en el poder, Ruhollah Jhomeini profundizó la revolución y no dudó un instante en apoyar en 1979 la toma de la embajada de Estados Unidos protagonizada por jóvenes islámicos en lo que también se conoció como “la crisis de los rehenes” que duró nada menos de 444 días. Washington elevó a Irán a la categoría de “estado promotor del terrorismo” mientras que del otro lado, Jhomeini respondió calificando a Estados Unidos como el Gran Satán.
Las tensiones derivadas de este conflicto diplomático se agravaron. La Casa Blanca sabía que el régimen del ayatollah había heredado una fuerza aérea dotada de avanzados cazabomarderos de origen norteamericano, en especial, los F4 Phantom, de sobresaliente desemepeño en VietNam, y los eficaces F14 Tomcats, que por entonces eran la dotación preferida por los portaaviones de la US Navy.
Y fue un Tomcat el que provocó el “incidente del golfo”.
“ERA UN TOMCAT” – El USS Vincennes era un crucero lanzamisiles que integraba la Flota del Pacífico desplegada en aguas internacionales del Golfo Pérsico a partir de la crisis de los rehenes y la guerra entre Irán e Irak.
El domingo 3 de julio de 1988, los radares captaron la silueta de un avión avanzando en dirección a la nave. El estado de virtual beligerancia entre iraníes y estadounidenses se había profundizado sobre todo a partir del intento de rescate de los rehenes de la embajada en Teherán en 1980.
La guerra irano-iraquí estaba en su fase final y el clima imperante en la sala de situación del Vincennes era de tensión máxima. Aunque la flota norteamericana no era un objetivo primario para los beligerantes, los radaristas del crucero interpretaron que el punto que se desplazaba por la pantalla podría ser un F14 comisionado para hostilizar al crucero.
El Pentágono afirmaría, años más tarde, que la defensa antiaérea de la nave no disponía aun de un instrumento lo suficientemente sofisticado como para distinguir, en segundos, la diferencia entre un avión de guerra y un vuelo comercial de pasajeros.
“NO ME DISCULPARÉ” – “No me importa lo que digan los hechos. Nunca pediré disculpas por Estados Unidos”. Esta fue la dura respuesta que George Bush padre, en 1980 vicepresidente con Ronald Reagan, dio a la opinión pública al conocerse el trágico error cometido por la US Navy en el golfo Pérsico.
“Se trata de un incidente propio de un estado de guerra. La tripulación del Vincennes actuó apropiadamente en defensa de la nave” difundieron voceros de la Casa Blanca. Aunque EE.UU. no era un actor directo en el conflicto, su apoyo explícito al régimen iraquí de Saddam Hussein lo convertía en un potencial blanco de represalias del bando liderado por el régimen de los ayatollahs que gobernaba la antigua Persia.
Un incidente comparable fue el derribo de un Boeing 747 de Korean Air sobre territorio restringido de la entonces Unión Soviética en 1983. Cazas Mig y Sukhoi se encargaron de la faena. Resultado: 269 muertos.
En julio de 2014, un vuelo de Malasian Airlines cayó envuelto en llamas sobre el territorio de Donetsk, al este de Ucrania, tras ser alcanzado por un misil de fabricación rusa. Murieron en el incidente 298 personas.
Finalmente, el 8 de enero del 2020, un Boeing 737 de Ukraine International fue derribado “por error” por un misil de la Guardia Revolucionaria iraní, tras despegar de Teherán con destino Kiev. Murieron sus 167 ocupantes. Teherán sigue negando su responsabilidad en la tragedia.
Algo más que “collateral damage”, los daños colaterales que tanto tema han dado a la cinematografía de acción.