Uno de los grandes temas del país es la cuestión del empleo. Sobre esto, incluso hay un Ministerio dedicado a este propósito, que ha sacado unos números sorprendentes de la cantidad de paraguayos que no encuentran empleo, llegando casi a un millón.
Dentro de esa categoría hay personas que se sumaron durante el tiempo de la pandemia y que no han podido retornar a sus lugares de empleo con anterioridad. Hay una discusión en torno a qué genera esta situación, si es la falta de movimiento económico, si es la poca capacidad que se demuestra de parte de la mano de obra local, si es el escaso salario que reciben o la poca motivación que tenemos como sociedad hacia el trabajo en su conjunto.
Lo cierto y concreto es que no estamos bien en ese sector y en lo que aparenta ser el pleno empleo para muchos, pues en realidad, hay demasiadas personas sin empleo. Dentro de la oferta laboral existente en el país, para algunos sectores la demanda es importante y grande. Para otros, sin embargo, es inexistente.
Tampoco tenemos una formación orientada hacia el autoempleo en la no dependencia de alguien para poder generar ingresos. Así, por ejemplo, hay profesiones que son muy difíciles de encontrar cuando uno más lo necesita, como un buen plomero, ya no digamos de otras actividades similares, donde se nota que no hemos entrenado, preparado, educado a nuestra población mayoritaria para esa función y esa tarea.
El hecho de pensar que todo aquel que empieza el periodo educativo debe terminar única y exclusivamente con un grado académico universitario, no es de recibo y no es el modelo en ningún país del mundo.
El Paraguay tendría que hacer fuerte énfasis en las escuelas vocacionales, en los centros de formación y de preparación para que esa demanda existente en ese sector sea consolidada por gente que esté dispuesta a llevar la tarea con éxito y el orgullo de haberse ganado el pan de cada día con su trabajo y con su esfuerzo
