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El cine y la religión

Por Cristian Nielsen

Hubo un tiempo en que se esperaba la Semana Santa para hacer fila en las taquillas de los cines y sumergirse en la magia de las reconstrucciones históricas de pasajes bíblicos. Dejando atrás las primeras producciones del cine mundo y en blanco y negro, los años ’50 y ’60 hicieron eclosión con una seguidilla de títulos que esperábamos como hoy se aguardan las novedades de Netflix.

Quizá la más emblemática sea Quo Vadis, en la que tres actores se disputan el estrellato. Peter Ustinov compone un Nerón histriónico y tornadizo, capaz de componer canciones y versos y acto seguido retorcerle el cuello a su manicura de Corinto. Robert Taylor es el estatuario centurión Marco Vinicio que intenta levantarse a la escocesa Deborah Kerr, la frágil Ligia, todo en medio del estallido del cristianismo en la capital imperial.

Un clima parecido se percibe en The Robe, la leyenda del manto que cubría a Jesús al ser llevado al Gólgota. Un sobreactuado Richard Burton, el centurión Mercellus Galio, carga con el castigo de la crucifixión, destino que comparte con la virginal Diana, Jean Simmons, mientras sobre ellos planea la furia del emperador Calígula. Todos serán consumidos en la hoguera de la nueva religión que incendia Roma y se extiende por el Imperio.

COLOR Y CINMASCOPE

Tanto Quo Vadis como The Robe eran películas en formato ideal para ver en el viejo y art decó cine Victoria, de pantalla cuadrada.  Pero enseguida aparecieron las pantallas extendidas. El cine Roma daba el requisito técnico para el flamante cinemascope.
El príncipe de las sobractuaciones, Charlton Heston, capitaneaba dos superproducciones que acumulaban asombro tras asombro. Primero llegó Los Diez Mandamientos, en donde el patriarca del Club del Rifle compartía protagonismo con Yul Brinner interpretando al irascible y bipolar Ramsés II. Fue una colección de primitivos trucos cinematográficos que culminaban con un asombroso cruce “a pie enjuto” del mar Rojo.

Un par de años mas tarde, Heston cambia el astroso ropaje del patriarca Moisés por las ricas vestimentas del príncipe Judá Ben Hur, alto referente -diríamos hoy- de la Jerusalén de los días del emperador Tiberio. Su amigo de siempre, el general Mesala (Stephen Boyd), se vuelve contra él y termina persiguiendo a su familia, a la que condena a la peor cárcel del imperio y a Ben Hur a las galeras, muerte segura.

Pero Judá es rescatado por el almirante Quinto Arrio y logra volver para gestar su venganza. Naturalmente, Judá, su madre y su hermana son salvados por la nueva fé a la que se convierten. Mesala, en tanto, muere entre las ruedas de su carro romano tras ser vencido por Judá en la carrera de cuadrigas más espectacular de la historia del cine.

Carrera, por supuesto, realzada por el cinemascope y el más restallante technicolor hasta
entonces conocido.

LAS CUESTIONES DE FE

Pero no todo es monumentalidad, espectacularidad y asombro en el cine vinculado a asuntos religiosos. También los hay de gran contenido. Hasta el propio Heston se
reivindica en La Agonía y el Extasis interpretando a Miguel Angel y sus permanentes
enfrentamientos de carácter con su mecenas, el Papa Julio II, encarnado por el actor inglés Rex Harrison.

Heston se apea de los altares a los que había sido llevado por Cecil B. de Mille y transita
los bajos fondos de la condición humana de la mano del inglés Carol Reed.
Si tuviera que elegir un arquetipo de lucha por la prevalencia de principios, optaría por El Hombre de dos Reinos, la historia de Tomás Moro, Lord Canciller de Enrique VIII, excelentemente interpretada por el actor inglés Paul Scoffield, quien prefiere ser decapitado antes de abjurar a su fé y reconocer el derecho de su rey a divorciarse de Catalina de Aragón rompiendo vínculos con la Iglesia Católica.

FARANDULIZACION

Después vino lo que podríamos llamar la “farandulización” de las historias religiosas, que arrancó quizá con Jesucristo Superstar, la opera rock que sobrevuela el evangelio y
abre un mercado nuevo para el cine de contenido religioso.

Franco Zeffirelli arremete en 1972 con Hermano Sol Hermana Luna, una especie de zaga
romanticoide de “il poverello de Assisi” musicalizada por el cantautor escocés Donovan quien ensaya una suerte de “elegía céltica” almibarada y soporífera. Tiempo después, La Pasión, singular producción de Mel Gibson, iba a despertar a las audiencias con un Cristo torturado salvajemente, una especie rapsodia goebbeliana que hizo huir a más de una platea ante lo brutal de la propuesta.

Fue demasiado y el cine religioso comenzó a perder el atractivo vaporosamente evangelizador de otros días. Como solemos decir en este espacio, con permiso de Cicerón, Oh tempora, oh mores. Según los tiempos y las costumbres.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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