Por Diva Ávila
La tecnología ha cambiado nuestra vida, y desde hace algunos años, está presente en todos y cada uno de los aspectos que la integran, incluso en los procesos más simples de la rutina diaria, como hacer ejercicio, comunicarnos con nuestros seres queridos, escuchar música, comprar, etc; y esto implica que todas estas actividades son fuente de información, pues de ellas se puede extraer datos tales como: nombres, apellidos, ubicación exacta, patrones de sueño y de actividad física, tarjetas de crédito, datos biométricos, etc.
En la actualidad, muchas empresas ofrecen acceso gratuito a su plataforma, el usuario no paga por buscar en Google, publicar una foto en Instagram o Facebook; pero aporta con sus datos cuando las utiliza. Este cúmulo de datos recibe el nombre de Big Data, y es utilizada para elaborar perfiles detallados a partir de los cuales se pueden tomar decisiones de toda índole: políticas, empresariales, de salud pública, etc. que sin duda pueden ser beneficiosas, pero que también pueden vulnerar los derechos fundamentales como la intimidad, la autodeterminación informativa, la libertad, la seguridad.
Hace pocos días, el Tribunal Federal de Justicia de Alemania, máxima instancia judicial de ese país, determinó que Facebook ha abusado de su posición dominante en las redes sociales para recopilar de manera automática y no legalmente autorizada, datos personales de usuarios en sus aplicaciones: Whatsapp, Facebook e Instagram.
Este ha sido un ejemplo interesante para el mundo entero, pues es urgente que estas actividades finalmente estén reguladas por una Ley específica, que permita el desarrollo y beneficio tanto económico como social que el Big Data nos ofrece, sin eludir la promoción y garantía del derecho a la protección de datos y su manejo ético.