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Los tiempos electorales se avecinan y comienzan las conversaciones de oficina, de encuentros y de redes sociales sobre los destinos que puede tener nuestro país según cada panorama.

Uno de los flagelos que sufrimos como sociedad tiene que ver con el desinterés general que existe en la población sobre la política y el juego político.

Si bien la gente en las encuestas dice que la corrupción es uno de los peores problemas que azotan al país y que la clase política es una de las principales promotoras de las misma, no se profundiza sobre los caminos que se deben recorrer para poder cambiar esa historia.

“Yo no me meto en política” es la frase acuñada por no miles, sino millones de paraguayos. Frase que es certificada en su autenticidad cuando uno ve los porcentajes de participación, la calidad de los representantes y el nivel de debate sobre los temas que hacen referencia a la cosa pública.

El no meterse en política es en sí un acto político, muy lejano a lo rebelde o revolucionario, porque el hecho de no participar deja un arco libre a los que son mayoría por el simple hecho de que gran parte de la población no participa.

Finalmente, ir en ese vehículo de la indiferencia nos conduce a un accidente generado por el móvil de aquellos que participan con intereses espúreos en la dirección contraria, donde el golpe de realidad es muy fuerte y nos condena a ese eterno ciclo de 5 años, donde parece que aprendimos la lección, pero luego de 5 años, el resultado es el mismo.

Es un buen momento para reflexionar sobre qué rol queremos tomar en los próximos comicios electorales, si queremos tomar un rol protagónico que nos permita soñar con la construcción de un Paraguay que queremos y que merecemos

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