Los políticos en campaña siempre repiten que están para servir a la gente y que esa es la razón que les ha motivado a ingresar en ese campo donde las demandas y exigencias son tan altas que, inmediatamente, después de acceder a esos cargos, se dan cuenta de la imposibilidad absoluta de llevar adelante.
Algunos de estos políticos lo hacen motivados por el dinero. Saben que ninguna otra actividad tendría una retribución tan alta como la que tienen nuestros concejales, intendentes, legisladores y presidente de la República que no son para nada exitosos en la tarea privada que les ha tocado desempeñar con anterioridad.
Otros hablan que es la mejor manera de recibir algún tipo de reconocimiento social que creen que la sociedad les debe, y encuentran en este tipo de actividades una canalización a ese reclamo a esa ausencia, o a esa carencia. En realidad, el político que ingresa a la arena paraguaya en general -reitero- ha mostrado -hasta ahora- signos de que realmente no piensan en los intereses de la gente, que están dominados por las cuestiones que son egoístas o crematísticas, las que hacen que finalmente plebisciten su nombre en alguna actividad.
El simple hecho de que tengan que gastar siderales sumas de dinero para hacerse con un cargo ya nos demuestra que la cuestión de la inversión económica tiene que recuperarse, y no con el salario que va a recibir, sino con el tráfico de influencias y corrupción del que puede ser protagonista.
La política tiene que recuperar el sentido original de ella, el servicio, y eso es lo que más lejos estaba de la realidad de muchos.