martes, septiembre 30

Dependencia tecnológica / Félix Martín Giménez Barrios

Nos encontramos en tiempos en donde la tecnología parece tener todas las
respuestas. Contamos con aplicaciones que se encargan de nuestras finanzas hasta
algoritmos que deciden qué noticias son de nuestro gusto. Confiamos cada vez más
responsabilidades a máquinas y programas. No solemos ser conscientes de lo que
pasaría si un fallo borrara nuestros datos o si un hacker los manipulara para sus
propios fines. La comodidad no debería hacer que bajemos la guardia ante esos
riesgos.

La automatización de los servicios ha traído cierta eficiencia a la hora de gestionar
ciertos asuntos, pero también ha causado una cierta caída en algunas habilidades
humanas esenciales. Esto ocurre principalmente en las nuevas generaciones, que son
las que más pierden la capacidad de análisis y pensamiento crítico. Claramente, la
dependencia de dispositivos limita nuestra autonomía. La mayor prueba de esto es
que hoy día, sin un celular, nos sentimos más que perdidos.

El mayor peligro y del que últimamente muy poco se habla, es el de la pérdida de la
privacidad y soberanía. Aceptamos los términos y condiciones de ciertos sitios y
aplicaciones sin leerlas por completo, entregando datos personales como nuestra
dirección del hogar. Asumimos que estas plataformas son seguras, pero los robos de
datos son frecuentes. Confiar en que la tecnología moderna es infalible, es un error
infantil. No hay sistema perfecto y la gente detrás de ellos, no siempre es benigna.

En última instancia, es urgente encontrar un equilibrio. Evidentemente, la tecnología
debe de usarse con cuidado, sin renunciar a nuestros propios juicios y capacidades.
Educarnos en el manejo crítico y proteger ciertos datos son pasos necesarios. Hay
que recordar que caminar hacia el futuro no debe ser sinónimo de dependencia
absoluta de las máquinas, sino de usarlas sin olvidar el hecho de que somos nosotros
quienes debemos estar siempre al mando de ellas.