Sudamérica no es solo una región más con países, gente y sus culturas sino una que tiene historia y años de momentos políticos tristes cómo el haber sido gobernado por dictaduras que ahora vuelven a poner en riesgo a algunos países que ya tuvieron esta experiencia nefasta por muchos años. Previa a algunas elecciones se destacan de vuelta cómo una opción entre las candidaturas las amenazas a un pasado nefasto.
En el barrio sudamericano está Brasil un país donde se encuentran candidatos como Bolsonaro de ciertas tendencias totalitarias dictatoriales cómo fueron algunas manifestaciones en los EEUU con Donald Trump. En el país del jogo bonito, cientos de miles firman un manifiesto a favor de la democracia en medio de temores de que el presidente promueva una insurrección al estilo Trump contra la democracia brasileña que ahora ya con 37 años de existencia vuelve a tener una llamada de atención que atemoriza a su población. Un país que se siente incómodo por lo que puede volver a ser un totalitarismo de la mano de los militares, cuerpo al que perteneció alguna vez el ex capitán y ahora presidente de la república.
Una amenaza autoritaria
Brasil tuvo un sistema totalitario por parte de Humberto de Alencar Castelo Branco quien fue un político brasileño, el primer dictador militar tras el golpe militar de 1964 y que continuó por muchos años.
Desafortunadamente entre las ofertas que tiene el ciudadano brasileño la sensación de reducción de democracia y aumento de totalitarismo es sentida en las campañas políticas hechas por el mandatario Jair Messias Bolsonaro quien vuelve a ser una opción entre los candidatos presentados para las presidenciales previstas para el mes de octubre de este año. Hasta ahora las encuestas no lo favorecen frente a Lula quien quiere volver al Planalto. La diferencia en la última encuesta de Datafolha es de 27 puntos de diferencia a favor del líder del PT.
Durante el período de gobierno militar, se cometieron masivas violaciones a los derechos humanos. El régimen militar aplastó la libertad de prensa y reprimió severamente la oposición política, adoptó formalmente el nacionalismo, el desarrollo económico, y el anticomunismo como banderas oficiales.
En conclusión no fue otra cosa más una violación reiterada de los derechos humanos afectando las vidas, el sistema y funcionamiento de las instituciones que puede volver a ser realidad si el demos permite hacer que vuelvan las actitudes totalitaristas en una nación que ha adoptado la forma de vida democrática pero que ahora se encuentra intimidada por mandatarios como Bolsonaro que desean retrotraer a su país a periodos obscuros de autoritarismo. El pueblo brasileño debe enviar un mensaje claro en repudio a ese modelo en los comicios de octubre próximo.