Entre los sinónimos de la palabra amenazada está el apercibimiento. La década del 2020 no es solo un tiempo apercibido por un un virus que llegó a ser mundial, un mundo que no solo estornuda, padece dolores y muere como consecuencia y que al mismo tiempo desnuda la precariedad de la democracia como sistema político. Las instituciones crujen y el llamado a reinventar el sistema se hace oír de manera más reiterada.
Nuestros países tienen ya una generación en democracia. Más de 30 años son suficientes para consolidar el sistema si realmente tuviéramos la idea de hacerlo pero cuando como la nuestra se ha hecho con cascotes o escombros de la dictadura el tiempo todavía puede ser corto.
No tenemos buenos hábitos con el ecosistema político de las responsabilidades compartidas. No asumimos nuestra parte como ciudadanos. Hemos capitulado. y eso nos pasa la factura en todos los campos de la vida cotidiana.
En Brasil se debaten con un ex capitán Bolsonaro que no solo admira la dictadura de su país, sino que además amenaza con impedir la organización de las elecciones del próximo año.
Todos estos hechos dan muestra de una democracia amenazada cada vez con mayor intensidad. En el nuestro tenemos al hijo del ex secretario privado de Stroessner que tiene mucha nostalgia de esos tiempos idos y por sobre todo tenemos muy pocos demócratas para darle un nuevo valor a la palabra. A ese fin debe desembocar en mayores libertades con dignidad para todos.
Cómo verdaderos mandantes nos debemos a la libertad y la tenemos que cuidar y honrarla no solo con ruidosas manifestaciones sino con participación en los comicios demandando calidad al sistema mejorando con nuestro involucramiento cada vez más activo. La libertad siempre requiere vigilancia y la democracia activismo pleno.
