En la niñez y la adolescencia es cuando el apoyo de los padres se requiere en mayor medida, pero, ¿cómo lidiar ante la presión de hacer todo lo que ellos quieren, solo porque lo consideran mejor para nosotros? Hay veces en las cuales los progenitores no diferencian dónde empiezan tus sueños y dónde terminan los suyos.
Los sueños rotos muchas veces pueden perseguirnos a lo largo de nuestra vida y de la manera menos esperada, se proyectarán como menos pensamos. «El papá de un buen amigo siempre quiso ser un ingeniero destacado, pero su futuro no le aguardaba con esos planes. Por su parte, mi amigo siempre fue un apasionado por la historia y a medida que fue creciendo, su sueño era convertirse en un buen investigador histórico. Sin embargo, su padre nunca estuvo de acuerdo y le exigía dejar de lado esos “simples sueños” para dedicarse a algo verdaderamente serio como la ingeniería», contaba un lector recientemente.
Aunque parezca algo muy ajeno a la realidad de muchos, esa misma historia se repite en más de una familia. “Hay una diversidad de factores que influyen desde el estilo parental con el que fuimos criados nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, hasta ciertas creencias irracionales sobre cómo ‘debería ser’ o ‘tendría que ser’, cierta sucesión de hechos”, comentó la licenciada en Psicología Clínica, Amalia Guerrero.
De este modo, enfocados en cumplir directa o indirectamente el sueño que dejaron de lado, algunos padres no se dan cuenta que en verdad solo cargan a sus hijos con sus propios deseos, en lugar de escuchar los planes u objetivos de los chicos. ¿Qué pasaría si existe un niño con un gran potencial para convertirse en un gran artista, pero es obligado a olvidarse de sus pasiones porque “la medicina es el único trabajo que le dará de comer”?
CAUSAS Y EFECTOS
“No hay causa única, sino la combinación de diversos factores que nos llevan a tener un sistema de creencias de la manera en la cual se debe desarrollar nuestro futuro; estar al control sobre alguien o algo también influye mucho”, dijo la licenciada, explicando que a veces los padres sienten que deben controlar a sus hijos porque si están fuera de su control las cosas van a ser terribles; y esas son creencias irracionales.
Guerrero continuó comentando que la mayoría de los casos consiste en padres con un estilo parental muy autoritario, con un pensamiento muy rígido, poco respeto hacia la individualidad, de no querer permitirles la opción de elegir, más bien de imponer y controlar, porque justamente existe la creencia irracional de que «debe» o «tiene» que hacer o decir lo que estipulan.
“Este tipo de padres tienen mucho miedo a equivocarse y fracasar; no les permiten justamente a sus hijos darse esa oportunidad de errar, entonces a veces sin mala intención, o al menos no de forma consciente, asumen el rol de controladores, tomando las decisiones por ellos”, señaló la licenciada.
Así, la profesional manifestó que los niños no tendrán oportunidad para aprender de sus equivocaciones, pues sus padres están constantemente absorbiendo sus ideas, tratando de decidir y elegir por ellos. Teniendo en cuenta que los errores son parte de la vida, los niños quedarán exentos de la posible enseñanza por la que podrían atravesar.
“A la vez los padres tampoco van a asumir la culpa o responsabilidad de sus acciones o de sus propios errores. Los efectos a largo plazo que vamos a ver son personas inseguras, con muy baja autoestima, con mucho miedo a tomar decisiones justamente por el temor a cometer errores”, puntualizó Guerrero.
Esto, según la licenciada, lleva a problemas de ansiedad, depresión, ya que la conducta del niño está determinada por lo que sus padres piensan sobre él. Es decir, «si no hago lo que mamá o papá dice, es porque soy un fracasado o un mal hijo» y en este punto, nuevamente hablamos de creencias irracionales, como reiteró la psicóloga.
POSIBLES SOLUCIONES
“Primero hay que reconocer que queremos cambiar, porque vemos que nuestro relacionamiento con los hijos o con los demás genera malestar o presenta dificultades”, determinó Guerrero. Entonces, si los padres no colaboran en la relación con sus hijos, no están predispuestos al cambio o al menos de ser más flexibles en sus creencias, difícilmente se vislumbren resultados positivos.
Si están dispuestos a llevar a cabo cambios, la licenciada recomienda terapias familiares o con un abordaje individual, lo que podrían ayudar a mirar las situaciones y personas desde otro lugar. Buscar el equilibrio y aceptar que vamos a equivocarnos, pero sobre todo brindar a los chicos la oportunidad de decidir acerca de sus propios errores, será indispensable.