Por Cristian Nielsen
A fines de los ’50 y comienzo de los ‘60, y con la televisión aún en el mundo de los imposibles, reinaban en el país las radionovelas, dramas escritos especialmente para elencos radiofónicos y con lenguaje algo diferente al que poblaba los escenarios del teatro clásico.
Las ondas radiales eran las soberanas del entretenimiento gratis y sin horario. Música, noticias, relatos deportivos… y radioteatros.
Los había de los más diversos géneros. Desde el cómico farsesco ejercido por Los Compadres Kuré y Kabará, Rafael Rojas Doria, César Alvarez Blanco y el célebre “Bolidote” de César García, hasta la comedia en la cual brillaban Ernesto Báez, Emigdia Reisófer y Carlos Gómez, cuyas presentaciones en el Teatro Municipal eran luego emitidas en diferido por radio Cáritas en su clásico “Una noche en el teatro”.
Pero un género que haría carrera en la radiofonía paraguaya de mediados de siglo pasado fue el de terror, en especial, el generado a partir de la novela del escritor irlandés Bram Stoker y que recorrió el mundo bajo el nombre de Drácula.
VLAD, EL EMPALADOR – Drácula es el nombre simplificado de un personaje que habitó la Transilvania rumana en el siglo XV. Se llamaba Vlad Drácula y era el gobernante del principado de Valaquia, en la antigua Rumania. Vlad se enfrentó al imperio otomano en plena expansión tras la caída de Constantinopla. Para sembrar el terror en las huestes turcas, Vlad hacía atravesar con estacas los cadáveres de sus enemigos caídos en combate.
Un día el sultán Mehmmed II entró al “área de empalamiento” creada por Vlad. Medía 2,9 kilómetros de largo por 1,2 de ancho, en donde había un verdadero bosque de 20.000 hombres “empalados”. Dice la historia que el horror experimentado por el sultán fue tal que sacó de allí a sus hombres y nunca más volvió a Valaquia.
Ese fue el origen de la leyenda de Vlad el Empalador y también el mito del vampiro, ya que todos suponían que alguien que mataba gente clavándole estacas, sólo podría morir de la misma manera.
“GUNGA, DONDE ESTAS, PERRO” – La historia de Drácula aterrorizó a las audiencias radiales de la mano de un actor español a quien se le daba muy bien interpretar al sanguinario vampiro. Se llamaba Ricardo Turia, a quien acompañaban Ramón Patiño, Santos Burgos, Lilian Colmán y otras figuras del radioteatro paraguayo.
El programa comenzaba con un tétrico relato que ponía en clima a la audiencia hablando del “sueño letárgico” de los vampiros y arrancaba con Drácula saliendo del cajón con un ominoso rugido: “Gunga, donde estás, perro”. Gunga era el sirviente que dócilmente cumplía las tajantes órdenes de su amo. De fondo sonaba en escala creciente la tenebrosa obertura “Finlandia” de Sibelius, suficiente para que al espectador más templado se le erizaran los pelos.
Turia tenía una ductilidad admirable. Podía aterrorizar a su audiencia protagonizando los episodios más sangrientos de Vlad el Empalador sin perder una sola octava en sus modulaciones actorales. Luego, establecida la pausa comercial, su voz se volvía amable y cordial para describir los “sabrosos pastelitos de pescado de La Estrella Bar”, uno de sus auspiciantes.
Luego, en las giras por los barrios y por el interior, vestía un impecable frac y capa caracterizándose como el vampiro implacable. No pocas veces se lo vio caminar, así vestido, por la calle Palma “marketineando” su personaje favorito.
BARNABAS COLLINS – Una versión más depurada y tuneada de Drácula llegó en los ’70 para seguir asustando a los paraguayos. Se trataba de la serie “Sombras tenebrosas”, que en la era de la televisión en blanco y negro intentó revitalizar la historia del conde chupasangre.
El planteo de la obra era más o menos el mismo dejado por Stoker. El vampiro, en este caso, se llamaba Barnabás Collins y era descendiente de una familia patricia. Collins había sido víctima de una maldición que lo condenó a las tinieblas en el siglo XVIII y de las cuales logró emerger dos siglos después. El resto es imaginable.
Barnabás era interpetado por el actor canadiense Johnatan Frid y su caracterización era impresionante, superando incluso la de Christopher Lee en el Drácula original que se enfrentaba a otro gigante del cine inglés, Peter Cushing.
Tal como Turia lo hiciera décadas antes, Frid tuvo un fugaz paso por Asunción, concediendo entrevistas impecablemente vestido y maquillado como su personaje.
Pero eran otros tiempos.
Más incrédulos y menos impresionables, los asuncenos dedicaron al canadiense una divertida y poco respetuosa atención. Los vampiros estaban en decadencia, desplazados por la nueva generación de zombies, extraterrestres y superhéroes en plena ascensión.
Luego, la era de la TV digital HD.
El radioteatro quedó confinado y olvidado en polvorientos archivos.
“Y así el mundo se vuelve pequeño a la luz de los recuerdos”. Baudelaire.