Cada año al llegar diciembre, la gente se prepara religiosamente para desandar los 60 kms. hasta Caacupé y allí implorar para que el próximo año sea mejor. La tradición se repite año a año y allí comienzan las primeras advertencias, ruegos o reclamos -en tono de homilía- sobre las esperanzas cansadas y postergadas de un Paraguay mejor.
Cuenta la historia que el 10 de octubre de 1769 se celebra la primera misa, en lo que hoy es la basílica de la Virgen protectora de los más humildes, y por ende también reconocida como “Virgen de los Milagros de Caacupé”. El paso del tiempo ha puesto en debate, si los milagros ya no ocurren o bien los gobernantes no escuchan.
Con las primeras luces del día comienza el devocionario católico más trascendente, y por ello la imagen está consagrada como la Patrona y Señora Protectora de la República del Paraguay. Diferentes presidentes colorados han asistido a la mayor fiesta mariana y escuchado diversos sermones. Desde los más benévolos hasta los más duros reproches, según el grado de crisis social y corrupción imperante. NADA NI NADIE SE PUSO COLORADO, ni por lo escuchado ni por lo publicado al día siguiente.
En un breve paréntesis de esta liturgia, apareció un presidente no colorado, que en algún momento estuvo del otro lado del altar, pero su triple condición de presidente, obispo y padre de familia, naturalmente le impedía cualquier acto reflejo de su pasado reciente, y prefirió guardar compostura.
La resignación de la feligresía, que pasó la noche sin dormir, con los pies ampollados por la caminata y otros devotos ofrecimientos, no fueron suficientes para que los gobernantes de turno se hicieran eco del ruego milagroso de los desposeídos. Y las plegarias enviadas a los cielos quedaron un año más, en modo espera.
Pero los sermones no son privativos de los clérigos. Los medios, editorialistas y periodistas de opinión no han dejado pasar la oportunidad de hacerle saber a los diferentes mandatarios, su precariedad gubernamental y la falta de inclusión en un país manejable con solo 7.353.038 de personas y casi un 11% (800.000) viviendo en el exterior.
En estos tiempos pandémicos, donde gran parte de la clase política trata de pasar desapercibida, el más castigado, naturalmente resulta ser Mario Abdo Benitez, que responde a los retos cotidianos con el silencio de los monasterios por varias semanas, o bien inaugurando obras, donde destaca la evidencia constructiva, dejando de lado cuestiones de menor tamaño como la pandemia u otros hechos intrascendentes.
Los resignados de siempre, si no estaban curados de espanto, van camino a lograrlo con el diestro y magistral manejo de los planes vacunatorios. Incontables historias, desde adquisiciones corruptas a pinchazos tardíos y con estadísticas lamentables, nos ubican cómodamente entre los menos vacunados. Si algún consuelo nos queda, es que hasta ahora pagamos muy poco o nada. El modelo de mendicidad internacional sigue funcionando a pleno, y si bien hay unos 15.000 paraguayos menos, no tuvimos que meter mano a los recursos de Itaipu o Yacyreta, lo cual, al decir de sus directivos, “nos hubiera metido de cabeza en otro gran conflicto de consecuencias imprevisibles”. Ni siquiera la información de lo que allí se cocina nos permitieron conocer y apelaron una vez más al olvido al que nos han acostumbrado.
RASPUTIN
Como en muchas épocas, tenemos nuestro propio Rasputín, aquel místico que llevó a Rusia al abismo como consejero de los zares. No había recibido educación formal, era semianalfabeto, pero sabía algo de teología y su influencia en la corte de los Romanov, no dejó lugar a duda. Conocido con el apodo de el “Monje Loco (aunque de monje tenía poco, ya que le gustaba participar en orgias y se acostó con buena parte de la nobleza rusa)”, es una de las figuras más enigmáticas de la Historia.
Nuestro monje, naturalmente es mucho más moderno, aunque no maneje telepronter y equivoque su discurso al asumir la presidencia, pero desde entonces ha pasado a ser un rey sin corona. HABLA POCO Y COMPRA MUCHO. No sermonea ni hace públicos reclamos. Para eso están los arrimados de siempre, dispuestos a dar la vida a cambio de un muy buen pasar. Tiene medios de comunicación a su disposición y sus empleados – que tienen derecho a comer- rinden alabanzas o bien hacen concesivas entrevistas, según la jerarquía de los comunicadores.
La resignada ciudadanía despertó de un largo bostezo, e impidió el 31 de marzo de 2017 que se aprobara el controvertido proyecto de reelección presidencial vía enmienda constitucional, buscando hacer posible la reelección de Horacio Cartes y Fernando Lugo, prohibida por la Carta Magna. De la pasividad total a la quema del Congreso, parece haber solo un paso.
Su morada de la calle España, es el lugar a donde todos miran para ver si sale humo blanco o negro, según el humor del pequeño gran hombre. Allí se definen en almuerzos o cenas, – “siempre se filtran fotografías”, – transcendidos, que definen buena parte del destino del país.
Todavía está fresca la memoria de la gesta juvenil, que puso sobre la mesa el hartazgo ciudadano por la falta de medicamentos y demora en las llegadas de vacunas, que redes sociales mediante y auto convocados, gestaron movilizaciones contra la corrupción durante casi una semana.
El tiempo pasa y siempre aparece una nueva elección en el horizonte. Nueva por el calendario, viejísima en sus prácticas prebendarias, donde aparecen con chances los elegidos de siempre.
La clase política mientras tanto, se divide y subdivide y cuando hablan, como no tienen un pulpito propio, usan los medios para la crítica de turno. Por lo general, domina el equilibrismo partidario y pocas veces aparecen propuestas serias, creíbles y realizables.
El Rasputín paraguayo, poderoso empresario, casi en las vísperas del proceso de elecciones municipales, logra que sus acólitos y genuflexos dependientes aprueben un blindaje para sus empresas tabacaleras. Todo el parlamento discute y opina sobre el ex empresario de frontera, ahora empresario multipropósito, que no deja de lado ni al negocio de las empanadas. Es el más creyente de todos los rehabilitados del penal de Tacumbú (1986 y 1987). Cuando habla, solo recuerda su estrecha relación con el Papa Francisco y las bendiciones recibidas del Santo Padre.
La vida continúa con serenatas ininterrumpidas al gobernante de turno. Lo cierto es que todo se mantiene igual o peor, con saldos lamentables en estos tiempos, a pesar de las promesas diarias. Pero hay que seguir viviendo rodeados por el infortunio. Y como diría Honoré de Balzac, escritor francés del Siglo XIX” La resignación es un suicidio cotidiano.”
Si continuamos haciendo lo mismo, obtendremos los mismos resultados. Hemos obtenido innumerables fracasos con el mayor éxito y en poco tiempo. Es hora que nuestros gobernantes se olviden de los sermones y aprendan de errores propios y ajenos. Hay un pueblo esperando.