Quienes crean que con la renuncia de Mario Ferreiro la Intendencia de Asunción queda libre de problemas es un necio o, peor aún, un vil. Todos saben quiénes son y dónde están los verdaderos masters Phd de la corrupción municipal.
Lo sabe perfectamente cada concejal y cada cacique de la política municipal, de todos los partidos, en especial, los que regularmente se reparten la torta mayor de las bancadas de la junta. Ninguno de ellos se les han animado al puñado de delincuentes que, administración tras administración, siguen empotrados en el Mercado de Abasto, en la Terminal de Ómnibus, en el Mercado 4, en la planta asfáltica, en los centros municipales y en cuanto proyecto o proyectito comunal mueva alguna suma importante de dinero.
Lo saben también las mesas directivas centrales de toda la polvareda de partidos y minipartidos que abrevan en el mismo “charco generoso” de la principal municipalidad del país. Como las remesas de plata sucia llegan regularmente, el pacto de silencio, protección e impunidad sigue vigente en toda la cofradía multicolor que se asegura de mantener activo el río de dinero dragado por los cabecillas del saqueo.
Lo sabe también la Contraloría General de la República a la que misteriosamente le resulta muy “difícil” llegar a conclusiones contundentes sobre el monumental manto de corrupción que cubre a la comuna capitalina y bajo el cual se transan –o trancan- licencias municipales, se aprueban –o demoran- planos y se hace la vista gorda en inspecciones que deberían terminar en clausuras o paralizaciones de obras mal hechas que, sin embargo, son finalmente habilitadas.
Y lo sabe también el Congreso el cual, mientras interviene municipios que cuesta ubicar en el mapa por su insignificancia, hace la vista gorda a la intendencia más grande y peor administrada del país.
Asunción tiene nuevo intendente, uno interino, que a poco de asumir dio rienda suelta a un figuretismo desenfrenado, tomando la web institucional como una fan page personal a la que está llenando de títulos con su nombre y fotos promocionales.
Pobre ciudad, saltando de la sartén al fuego, en manos de saqueadores consuetudinarios y “gobernada” por diletantes.
Y todavía falta un año de proselitismo que, tal como va, promete gatopardismo puro y duro.