Los números de personas fallecidas por causa del Covid-19 y de la nueva cepa Ómicron no parece convencer a los que todavía creen que uno vacunándonos estamos mejor. Es evidente que las muestras han sido más claras; la persona que no ha recibido ninguna dosis de vacunas son las más propensas a terminar en unidades de terapia intensiva o muertas.
Con todo, estas cifras no son ciertamente correspondidas en torno a la cantidad de personas que tendrían que acudir a los vacunatorios, y no a los centros de hisopados, especialmente cuando alguien siente algún tipo de molestia o desea partir para el exterior y le demanden, le exijan ese documento que tiene un valor de G.450.000 como promedio en los sanatorios y clínicas privadas.
Esto también nos demuestra que somos todavía muy poco responsables con el sentido de cuidarnos y de cuidar a los demás. Este sentido de pertenencia a lo comunitario, a lo que forma parte de nuestro entramado social, sigue siendo una gran materia pendiente no sólo en términos electorales o políticos sino también en términos sanitarios. El hecho de que los griegos llamaban a esa condición illiotas o idiotas, aquellos que no les interesaba lo público y los romanos afirmaban ciudadanía a aquello que le interesa lo común, lo completo, lo de todos, la cosa de todos como se denomina a la república es una de las cuestiones que emerge en tiempos de Covid-19 de manera mucho más clara y evidente.
La salida por una educación cívica de calidad que se corresponda a los dictados de aumentar en conocimiento y en capacidad en la que el discernimiento entre el interés privado y el interés público.