Los regímenes autoritarios en todo el mundo no pueden resistir durante mucho tiempo la ira popular. Eso ha pasado con varias tiranías a lo largo de la historia mundial y la de Cuba no es una excepción.
La manifestación masiva de pobladores de la isla caribeña sometidos a la dictadura desde 1959 ha llegado aparentemente a su fin con la pandemia, golpeada por la situación en la que se encuentra en términos sanitarios y las cuestiones en materia de alimentación son más dramáticas.
Las personas no tienen que comer. La notable improductividad de la isla a lo largo de todo este tiempo se suma al hecho de que no existe mucha capacidad internacional de ir con el apoyo suficiente a la isla en los momentos actuales.
El boicot comercial de Estados Unidos, que es simplemente un pretexto desde el punto de vista político, no sirve para justificar lo que acontece ahí adentro. Lo que hay que buscar es libertad para que el pueblo vuelva a salir y producir y hacer que las condiciones económicas de la isla sean mejores y que, consiguientemente, la cuestión política, que ha sido sostenida por cuestiones ideológicas y dogmáticas, no haga que la violencia y la represión sean la única manera de detener el hartazgo de la gente que se manifiesta hoy en las calles de la isla caribeña.
Cuba necesita volver a entender el concepto de la libertad, a vivir la democracia, sentir el verdadero poder ciudadano de construir su propia felicidad y la de otros. No es suficiente que le digan cómo ser feliz por casi dos generaciones, en las que se ha podido ver que la falta de libertad ha llevado a una suma de fracasos en materia de organización y en la capacidad y entusiasmo de construir un horizonte de futuro que no acabe en alguna costa norteamericana pidiendo asilo.
Cuba es una nación que está cerca de nosotros, su héroe nacional, José Martí, fue cónsul honorario de Paraguay en Estados Unidos, y le ha cantado varias veces a esa palabra, que hoy es más urgente que nunca en ese país: Libertad.