El control en la frontera debe ser tarea de. los órganos pertinentes, pero cuando muchos de ellos se encuentran coludidos con los delincuentes a quienes deberían perseguir, la cuestión pierde peso y trascendencia.
Para aquellos que nunca ven la cantidad de cigarrillos que pasan del Paraguay hacia el Brasil, y dicen que eso no es un problema nuestro sino un problema de los brasileros, no tenemos la autoridad moral para quejarnos del ingreso de mercaderías de Argentina a través de Clorinda y con destino al puesto de Nanagua -en nuestro territorio- hasta donde llegaron los funcionarios de la Secretaría de Estado de Tributación para recibir pedradas por parte de los pobladores dedicados a vender productos traídos desde la Argentina.
Dicen que le van a solicitar documentos que respalden el origen de dicho producto que resulta notablemente atractivo para miles de paraguayos que van cotidianamente a este lugar para comprar productos que son cuatro o cinco veces más caros que en los supermercados y mercados nuestros.
Lo que tendríamos que pensar es cuántas veces realmente el Estado se han mostrado preocupado por otras cuestiones que no sean simplemente la venta de un producto determinado.
A estas poblaciones habría que preguntarles cómo han podido sobrevivir durante este tiempo de pandemia, qué tipo de ayuda recibieron del Estado, de qué forma se buscó una reingeniería de lo que hacen en dicho lugar por otras que no tengan el sello del contrabando; y esa respuesta no la tendremos, porque sencillamente al Estado no le interesa ni les importa la condición en la que se encuentran los compatriotas ubicados en fronteras de Paraguay con Argentina, con Brasil y con Bolivia.
Vivimos muy de espaldas a todo esto, nos hemos acostumbrado a la ilegalidad y a la intervención siempre tardía y en contra de los intereses de la gente del Estado Paraguayo.