En tiempos electorales los candidatos son sujetos a escrutinio profundo. El caso de la propiedad de Santiago Peña, donde edificó sobre un terreno que calificó él mismo como excelente, nos demuestra que realmente el poder político sigue manejándose con la discrecionalidad que todos creíamos que no formaba parte de la nueva democracia que estábamos construyendo.
Santiago Peña, en realidad, cuando aparece tomando tereré en el jardín de la casa, lo está haciendo sobre algo que podría haber sido una plaza pública o algún tipo de destino completamente diferente a su propiedad. Afirma que es una cantidad menor que la que tiene el tamaño de su propiedad, pero eso tampoco es de recibo.
La gran pregunta es cómo alguien que manejó el Ministerio de Hacienda y viene del Banco Central no tomó los recaudos en el momento en que compraba el terreno primero y construía después.
Todo lo que viene en la actualidad demuestra la tendencia que cuando soy poder hago lo que quiero, después aparecen las consecuencias y también aparece el pase de factura del electorado que debería decir “si este es el que propone el cambio y la transformación, se comporta igual que todos los demás y es capaz de robarse un espacio público sin pestañear, entonces es lógico que uno va a decir ese no es un argumento que me lleve a tener que decidir mi voto en favor de esta persona”.
Santiago Peña vive en una propiedad fiscal, en un terreno público y está tratando de arreglar un desaguisado que lo exhibe y lo muestra de cuerpo entero.