Las clases presenciales deben ser suspendidas, no puede continuar el sistema en las condiciones actuales y debe hacerse desde una manera del reconocimiento de que no estamos absolutamente nada bien y lo peor sería que, inclusive, cumpliendo protocolos mínimos, tengamos alto nivel de contagio en nuestras escuelas y colegios.
Ahora que el coronavirus está matando a niños y jóvenes, no hay ninguna garantía o seguridad en nuestras aulas. Aunque las evidencias en contrario en términos pedagógicos, didácticos, educativos digan lo opuesto, no hay margen de interpretación que no sea aquella que realmente redunde en beneficio de proteger lo más preciado que tiene cualquier ser humano, que es su vida. Es el tiempo del anuncio del ministro Brunetti al decir que las clases vuelven al sistema de virtualidad, de distancia y no de presencial.
Es lo que debe hacerse para salvar, al menos en parte, las vidas de las personas y por otro lado también calafatear este barco que se encuentra a la deriva y a punto de hundirse que se llama educación que ya venía bastante mal y que ahora está peor.
