“Tendrá que explicarlo la cancillería”. Con esta lacónica sentencia el Ministro de Salud Pública tiró al corner la pelota tatá dejada por el laboratorio chino Sinopharm que canceló intempestivamente su contrato con el Paraguay para la entrega de otro lote de su vacuna Hayat-Vax. La prueba más contundente de que se trata de un tema no negociable es que los chinos devolvieron el anticipo de US$ 5,6 millones. Asunto concluido.
Decir que los chinos obraron con chocante descortesía es pedir demasiado. Al no tener relaciones diplomáticas ni vínculos económicos directos con Beijing, el Paraguay debe apelar a la intermediación a la hora de negociar algo con el país continente. Así, los efectos de una ruptura de compromisos se diluye en el camino, abriendo espacio a la especulación.
Desde que las vacunas aparecieron en escena, el torrente de información que las rodearon fue tan copioso como contradictorio. Cada país fabricante anunció que primero vacunaría a su población y que al alcanzar volumen suficiente para cubrir esa meta, iniciaría su distribución mundial.
Algo de la más pura lógica, sobre todo si se tiene en cuenta que China e India, dos de los principales fabricantes, concentran unos 3.000 millones de personas que inmunizar con dos dosis. La cuenta final produce vértigo. En tanto Estados Unidos, poseedor de las vacunas más innovadoras del mercado, pinchó hasta ahora a unas 165 millones de personas, viéndose en figurillas para convencer a otros 100 millones de poner el brazo para alcanzar la inmunidad colectiva.
Aún así, eso le deja importantes excedentes colocables fuera del país. Pero en medio de todo, aparecieron las denominadas cepas variantes del virus la más agresiva de las cuales es la Delta que arrasa hoy a la población no vacunada, principalmente la más joven.
Todo esto vuelve inestable el mercado de excedentes exportables al obligar a cada fabricante a revisar constantemente sus estados contables vacunatorios. Y nosotros estamos en el medio. Con un agravante: Beijing nunca se ha tragado que Paraguay siga reconociendo a Taiwán. Así que no sería nada extraño que nos dejaran colgados del pincel en el asunto de las vacunas como medida de presión. Ya lo está haciendo en otros ramos de la economía, mostrándonos abiertamente la zanahoria (comprarnos directamente carne y soja) pero manteniendo oculto el látigo, como en la parábola del buey, el arado y el labrador.
Al fin y al cabo, dicen que con los chinos nunca puede saberse.