Foto: agritotal
El Mercosur sufre desde sus inicios un problema de identidad. Si el proyecto de integración era tan ambicioso como hace 30 años, tendríamos que haber avanzado mucho más en la tarea de hacer del bloque un verdadero proyecto de desarrollo.
Fue cualquier cosa el Mercosur hasta ahora, y es lógico que Uruguay haya planteado la posibilidad de salirse del mismo, creyendo que el Mercosur es un corset que le impide negociar de manera directa con otros países y que está obligado a hacerlo en bloque.
En la reunión de mandatarios de estos días volvieron con los mismos argumentos: que tendría que potenciarse, que tendría que convertirse en un factor comercial de peso, pero no lo hacen. Son buenas intenciones, son fotos que se toman para demostrar que realmente están comprometidos, pero no pasan de levantar la mano y decir que están haciendo lo que debieran cuando en realidad no lo hacen.
El Mercosur también pierde autoridad frente a los europeos, que también dudan de firmar un acuerdo comercial. Si el propio Uruguay le plantea una cosa de este tipo, el mensaje que envía es: “Si ellos mismos no están absolutamente convencidos del proyecto, por qué tendríamos nosotros que firmar un acuerdo que nos es perjudicial”.
Hace falta relanzar el Mercosur o clausurarlo definitivamente como otro proyecto de integración fracasado de los muchos que ya hemos tenido a lo largo de nuestra historia común.