En tiempos normales, las famosas escuelas de samba estarían ultimando los preparativos para sus desfiles y las calles estarían tomadas por cortejos musicales, purpurina y clima de fiesta. Pero este año el espíritu del ‘Rey Momo’ deberá aguardar para reinar.
En la “apertura simbólica”, el grupo homenajeó a las más de 236.000 víctimas de la pandemia de covid-19 y entonó a capela varios clásicos del carnaval, mientras dos mujeres vestidas de blanco y turbantes “purificaban” el ambiente con ramos de hierbas.
Entre los temas, el famoso “Samba, agoniza mas nao morre” (Samba, agoniza pero no muere), del compositor Nelson Sargento, quien a sus 96 años y en silla de ruedas participó del acto, semanas después de haber recibido la primera dosis de la vacuna contra el covid.
“Existe una imagen del carnaval, vendida hacia el exterior, de que se trata apenas de una fiesta, una entrega al devaneo. Pero está muy lejos de ser una fiesta que celebra la armonía brasileña. Por el contrario, es sintomático de nuestras enormes contradicciones”, subraya Simas.
El país “sólo se interesa en la población negra, de la samba, durante el carnaval” por las ganancias que genera, pero “quienes construyen ese gran espectáculo después vuelven a la favela, ese lugar de ausencia de derechos”, afirma Nilcemar Nogueira, nieta del famoso compositor ‘mangueirense’ Cartola.
Al igual que Simas, Nilcemar cree que el primer carnaval pospandemia será un regreso triunfal. “Será una catarsis, las personas querrán compensar todo lo que no ocurrió este año”, anuncia sonriendo.
FUENTE: EL ECONOMISTA