Hay una discusión amplia sobre la llamada transformación educativa. Algunos dicen que volverá de nuevo la educación a tener más o menos característica del siglo XIX.
La reforma tampoco ha mejorado muchísimo las condiciones educativas; pudo haber incluido a más actores, pudo haber metido más chicos en nuestras escuelas y colegios, pero la calidad de la educación notablemente es mucho más baja que la que teníamos incluso con menos gente en las aulas durante el periodo autoritario.
Ya no hay tiempo que perder en todo esto, el Paraguay no puede darse el lujo de volver a fracasar con otra nueva generación que quiere -en la educación- tener el espacio de oportunidades que les han venido negando de manera reiterada los administradores políticos desde hace mucho tiempo.
Volver a pelearnos por cuestiones de poder dentro de esa estructura que diseñe la nueva educación paraguaya es simplemente echar a perder los sueños de una nueva generación.