La calidad de la educación de un país se mide en función de cuál es el interés que tienen los jóvenes de mejorar esa nación a la que le ha sido dada en guarda, si nosotros miráramos los últimos indicadores, vemos de que realmente no hay mucha motivación orientada a tener una educación de calidad en el Paraguay, solo el 5% de los que ingresaron al kindergarten, son los que ingresan a la universidad, un volumen extraordinariamente pequeño comparado con otros países donde supera el 50%.
Y si a eso sumamos de que sólo el 10% de los que ingresan a las universidades públicas y privadas se gradúan, vemos de que la pasión de educarse, de aprender, de conocer, no es algo que realmente movilice muy profundamente a nuestros jóvenes, porque no encuentran razones para creer en ella o porque ven que una buena educación no es garantía de un mejor salario o de mejor ubicación en términos de capacidades en la burocracia pública o en el sector privado. Debemos recuperar el sentido de la pasión educativa, pero para eso debemos trabajar entre todos. Los números, las estadísticas y los responsables hasta ahora no dan la cara y siempre están buscando culpables cuando deben ser ellos los que asuman responsabilidades.