Los honorablos Salomón y Llano protagonizaron, el fin de semana pasado, un sainete con pretensiones de conmover a una audiencia que ya no tiene fuerzas, ni mucho menos lágrimas, para derrochar en puestas en escena de tan mísera calidad. El argumento central de esta farsa es que uno quiere recortar 8.000 millones de guaraníes del gasto salarial del Senado y el otro se resiste. “No me vas a correr con la vaina” argumentaba uno de ellos. Lo insustancial de la reyerta no logra ocultar el fondo de la cuestión, esto es, que se trata de una pelea de perros en la isla de la Tortuga, que es el lugar en donde, según la ficción novelesca, los piratas del Caribe atesoraban el producto de sus saqueos.
El Congreso es un botín que se reparten, a su tiempo y según el periodo legislativo, cada “familia” – como diría Mario Puzzo en “El Padrino”- que se instala en la mesa directiva de las cámaras. Es una platita, no nos equivoquemos. Este año va a costarle a la ciudadanía 503.351.796.462, o sea, quinientos tres mil trescientos cincuenta y un millones, setecientos noventa y seis mil cuatrocientos sesenta y dos guaraníes.
Para tener una idea de lo que puede hacerse con todo ese dinero, la mitad alcanzaría para construir un hospital con cuatro pabellones de hospitalización, 140 camas, 22 unidades de terapia, 20 áreas de atención en urgencia con dos quirófanos, 30 consultorios, un equipo de tomografía digital, dos de rayos equis, tres ecógrafos, un mamógrafo, un equipo de densitometría, dos torres para endoscopia digestiva y 30 estaciones de diálisis, cuatro de ellas en aislamiento riguroso.
Además, laboratorios de análisis, quirófanos de alta complejidad, centros de transfusión sanguínea, residencia de médicos y un montón de otros ítems. Un hospital de esos está siendo construido en Coronel Oviedo, a un costo estimado en 362.500 millones.
Y nosotros estamos derrochando 500 mil millones al año en 125 honorablos/as y 3.000 parásitos planillados que ya no entran en la nave espacial.
Pero es inútil pedir racionalidad a esta Hermandad de la Costa. No sólo no van a achicar el derroche sino que lo van a empeorar, al menos, mientras el Estado no no se declare en quiebra y Hacienda siga bombeando recursos valiosos a ese auténtico barril sin fondo.
