Otro furcio de la senadora de la “corrupción distributiva”
La “senadora de la esperanza”, que acuñó ese verdadero hallazgo sociocultural de que la corrupción es distributiva, incursiona ahora en el mundo de la educación copatrocinando un farragoso proyecto de ley de “emergencia educativa” que ocupa 36 páginas, 30 de ellas dedicadas a relatar cómo piensan meterle la mano en el bolsillo a la gente para generar fondos. La introducción del mamotreto sobrevuela el estado de la educación en el país y luego se sumerge en detalles sobre cuánto, cómo, a quiénes, sobre qué base, qué montos y proporciones tendrá el impuesto a ser creado para que los millonarios dejen caer algunas monedas.
El mismísimo Churchill, en sus debates en la cámara de los Comunes, habría envidiado la línea argumental de la senadora. Parece que anduvo hurgando en las planillas de los gastos sociales de las binacionales -muchas de ellas publicadas en este medio- en donde figuran gremios como la Unión Industrial Paraguaya, la Asociación Rural del Paraguay y otras organizaciones similares recibiendo aportes no reembolsables para gastarlos o invertirlos en vaya uno a saber qué. La legisladora se para sobre este argumento para desde allí lanzar invectivas contra los oligarcas industriales y ganaderos que critican el malgasto público pero se callan cuando ese gasto los beneficia. Podemos hasta compartir esa visión ya que es difícilmente explicable que organismos de semejante carrocería económica vayan a picar algunas migajas en el banquete de los gastos sociales de las binacionales. Lo que ocurre es que el simil es desproporcionado e irrelevante como argumento para justificar la arremetida con nuevos impuestos.
Hasta los gatos saben que hay en el Estado una casta de privilegiados mantenida a cuerpo de rey con dinero público. Ella misma convive a diario, en su sede cameral, con 84 “directores” de esto y de aquello que cobran más de Gs. 25 millones como funcionarios, “premiados” frecuentemente con bonificaciones, gratificaciones, ayudas, complementos, extras y otros pagos que ni las corporaciones internacionales más opulentas pagan a sus empleados. Señora senadora: El Estado paraguayo no gasta, derrocha, malversa, dilapida, hace vito con dinero de los contribuyentes. Usted debe saberlo muy bien, así que no minimice el tema.
Y no intente escudarse en sofismas porque el género no le sale muy bien que digamos.