Con una homilía endeble, el monseñor Ricardo Valenzuela llevó a cabo la misa central de Caacupé, pero culminando la misma dio un duro cachetazo a cada estamento del Gobierno, a través de una carta resaltó la responsabilidad de las autoridades por las precariedades sanitarias, educativas y sociales del país.
Luego de un año en el cual se conmemoró el Día de la Virgen de Caacupé en el absoluto vacío, debido al contexto sanitario, este 8 de diciembre se celebró el reencuentro con la fe, la esperanza y la devoción. Una cantidad considerable de fieles acompañaron la misa central.
El gran ausente en el acto fue el presidente de la República Mario Abdo Benítez, quien se trasladó al Norte para hacer seguimiento al secuestro de Peter Reimer.
Con una homilía bastante edulcorada con respecto a la realidad sociopolítica y económica que atraviesa nuestro país, el monseñor Edmundo Valenzuela centró sus palabras en torno a la fe y el prototipo de espiritualidad laical, así como la participación constante de las personas de acuerdo a los valores del evangelio. Posteriormente, habló de la corrupción y la injusticia, afirmando que constantemente se realizan denuncias sobre dichos ejes y nunca cambia nada.
Refiriéndose a los desalojos forzosos y amenazas de expulsión de comunidades indígenas y campesinas en diversas zonas del país, afirmó que se debe considerar la derogación de la modificación hecha al Código Penal, que corresponde a la ley Zavala-Riera. La misma aumenta a 10 años la condena por invasión de propiedad privada, considerándola una forma de criminalizar la lucha por la tierra de comunidades campesinas e indígenas.
Así también, siguiendo con la línea de reivindicaciones, el monseñor Valenzuela pidió a las autoridades consideración por los extrabajadores de la Itaipú Binacional, quienes esperan desde hace mucho tiempo que la binacional salde su deuda con ellos; “ojalá se tenga en cuenta la reivindicación de los hermanos”, indicó.
“ORGANICEMOS LA ESPERANZA”
Al finalizar la misa, el monseñor Valenzuela leyó una carta dirigida especialmente al pueblo paraguayo, denominada “Organicemos la esperanza”, en la cual hizo notar con mayor convicción y efusividad su postura con respecto a la cotidianidad sociopolítica y económica.
A diferencia de su homilía, el párroco criticó con dureza a cada estamento del Gobierno, expresando su malestar hacia la mala utilización de los fondos públicos, la reinante corrupción y la falta de prioridad para la salud, educación y diversas áreas más.
Con un gran dolor por toda la pérdida sufrida durante la pandemia, recordando las carencias y miles de vidas perdidas que se hubieran salvado si la respuesta gubernamental hubiera sido más acertada y no tan débil, el monseñor Valenzuela aseveró que los políticos deben dejar de lado el sectarismo, los privilegios a veces exagerados y la riqueza mal habida, trabajando por el bien común.
“No es justo que los altos miembros del Estado, en vez de usar los servicios de salud de la colectividad, gasten el dinero público en seguros privilegiados de la medicina prepaga, como si tuvieran naturalmente más derechos que el común de la gente”, sentenció.
Así también reprochó las “lindas promesas” de reformas del Estado, que quedaron en el olvido, argumentando que ya se debe poner punto final a la corrupción e impunidad, que constituyen una epidemia a nivel nacional.
“¡Basta de mezquindad, basta de excesiva acumulación del dinero y de los recursos en pocas manos! La corrupción también mata”, puntualizó el monseñor, destacando la necesidad de un Poder Judicial verdaderamente independiente y no subordinado a personas influyentes y grupos de poder.
En otra parte, hizo énfasis sobre la relegada educación pública, solicitando su urgente renovación no solo por los constantes aplazos internacionales, sino también por la realidad evidente: niños sin terminar la primaria, jóvenes que buscan trabajo en condiciones de analfabetos funcionales y adultos condenados a vivir el resto de sus vidas sin competencia.
Por último, recordó la triste realidad que soportan las familias de los secuestrados Óscar Denis, Félix Urbieta y Edelio Morínigo, aseveró que no existe ninguna razón para abandonar a los mismos. Por ello, “es necesario que nos demos cuenta de la necesidad de cambio en nuestro país como generador de violencia”, indicó.