La fuga de un narco brasileño buscado en su país pero con residencia en Paraguay y en un club privado del Alto Paraná nos lleva a una serie de reflexiones en torno a la tremenda complicidad con la corrupción que tenemos en todos los estamentos del Estado.
Policía, fiscales, Senad, militares, ninguno fue capaz de hacer los trámites más elementales para evitar dicha fuga.
No obraron con eficiencia ni con profesionalismo, pero también se abre la posibilidad de pensar que lo hicieron en colusión con la misma persona a la que estaban buscando.
Esto no demuestra de qué en Paraguay es posible vivir en una casa en un barrio privado de alto costo del Alto Paraná sin que nadie le moleste, sin que nadie pregunte cuáles son los antecedentes de esa persona que quiere comprar o alquilar una residencia dentro de esa estructura.
La tremenda complicidad social y económica con la gran cantidad de dinero proveniente del ámbito de la ilegalidad ha vuelto permeable toda institución pública y privada entre nosotros y cuando se ponen de acuerdo ambas lógicamente gana el hampa, gana la mafia.