El camino a la libertad es siempre permanente y constante incluso en aquellos países que lo han conseguido; el de la igualdad también.
Todos los días hay que buscar aumentar las fronteras que permitan que vivamos de manera mucho más igualitaria entre los seres humanos y no divididos por clases sociales, por castas, por ingresos económicos, por acceso a servicios básicos; todo eso conspira contra la igualdad, y Paraguay es uno de los países más inequitativos, más desiguales de América del Sur y la fraternidad es la posibilidad de ponernos en la condición del otro y de actuar en consecuencia.
Esos fueron los tres elementos que gritaron los patriotas franceses, los sincalzones, el 14 de julio de 1789 y que nos vuelven a recordar de manera permanente cada tiempo de recordación y de memoración de ese momento trascendente que dio paso a la declaración de los derechos del hombre, antecesora de la declaración de los derechos humanos.
El ser humano no se volvió demasiado diferente después, y tampoco impidió que Napoleón Bonaparte se coronara emperador en la Catedral de Notre Dam y volviera de nuevo un régimen verticalista y autoritario.
Eso significa que estar en guardia permanente es la mejor garantía de tener libertad, luchar siempre por nuevas fronteras en materias de igualdad debe ser el propósito, y la fraternidad el último tramo, la forma más alta de encontrar el sentido de la humanidad, y el de vivir en un espacio llamado libertad.