Las autoridades del Estado paraguayo están tocando la oreja al pueblo y las circunstancias de reacciones pueden ser realmente inimaginables.
Los niveles de crispación están subiendo, la paciencia se ha colmado. Manifestaciones callejeras, cierre de rutas y un gobierno que realmente se encuentra arrinconado por su incompetencia, es el cuadro situacional en este momento.
Si no se logra controlar con grandes sacrificios internos, si el Presidente de la República no toma el control de la nave, si la cartera sanitaria no tiene la capacidad de poder manejar la situación de pandemia, esto se puede ir de las manos con circunstancias imprevisibles para toda la República.
Hay que entender la lógica de los acontecimientos y mirar con mucha atención dónde está el malestar, el descontento de los mandantes. Finalmente, la democracia es representativa y cuando aquellos que realmente tendrían que estar representándonos no hacen lo que debieran, los mandantes tienen la capacidad de levantarse en contra de aquellos que no han estado a la altura de las circunstancias.
Todos nuestros empleados públicos, desde el Presidente de la República hasta el último portero, son dependientes de nosotros, se deben a nosotros. Somos los que han elegido que ellos estén en dicho lugar y si no son capaces o no están a la altura de las circunstancias, también el pueblo tiene el derecho absoluto de deshacerse de aquellos que no entienden qué significa aún la democracia.
Es el tiempo de comprender la gravedad del instante y, fundamentalmente, no hacer rebasar la copa de agua que en este momento se encuentra al límite