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Aquellos heroicos reporteros gráficos

Por Cristian Nielsen

“Todavía no entiendo cómo pudo haber salido movida la foto de un cadáver”.

La perplejidad de César “Chiqui” Avalos y Rodolfo Victor Santacruz, Rovisa, resumía la consternación de los dos periodistas del diario Hoy que habían logrado desentrañar la verdadera identidad de un ciudadano alemán muerto en el Hospital de Clínicas la noche del 8 agosto de 1977. Simón Wiesenthal, el “cazador de nazis”, les había pasado el dato preciso. “Si le faltan dos dedos en uno de los pies, es Rochman, el carnicero de Riga”. En efecto, faltaban los dedos. Pero la foto tenía fantasmas y era la única que había.

La anécdota ya la conté en otro artículo y la traigo a colación sólo para recrear la fantástica tarea que les tocaba a los fotógrafos de los años del celuloide, el revelado y la economía de poses a que los obligaba el costo de los materiales.

El diálogo entre los fotógrafos –que luego pasarían a llamarse reporteros gráficos- y los editores era casi siempre truculento y al borde de la amenaza. La mayoría de los diarios de los años ’60 en adelante preferían tercerizar el trabajo fotográfico para no afrontar los costos de laboratorio, siempre muy altos. Así que cuando el cierre se acercaba y las fotos no aparecían, empezaba el tira y afloje con lenguaje poco reproducible.

¡CHE, LAS FOTOS! – Yo estaba en La Tribuna y la edición del lunes en temas locales o internacionales ya estaba en el taller. Pero me quedaba para ver el cierre de deportes, con los partidos del día. Julio del Puerto y Fernando Cazenave eran las figuras centrales que manejaban la sección. Creo que fue Cazenave el que por vigésima vez empuñó el teléfono para llamar al fotógrafo (cuyo nombre omitiré por razones obvias) y reclamarle a voz en cuello: “¡Che, la foto, a qué hora pensás traerla!”. Se refería a la foto de tapa del clásico Olimpia-Cerro con el único gol azulgrana que era lo que estaba esperando.

Poco después llegó el fotógrafo, muy agitado, con la foto. “¿Qué carajo es esto? ¿Y el gol?”. Tenía la cara roja de rabia a medida que iba escuchando la explicación del reportero gráfico, algo concerniente a la luz, el movimiento de la cámara y no sé cuántas cosas más. Resumen: a la tapa fue una escena cualquiera. La explicación real y la consiguiente rabieta quedaron expuestas al día siguiente, cuando el suplemento de ABC traída la foto precisa del gol… y al fotógrafo de La Tribuna festejándolo con la cámara saltando sobre su cabeza. Lógico, festejar y reportear al mismo tiempo no se llevan muy bien.

ECONOMIA DE GUERRA — Quienes hoy toman miles de fotografías en un día, de ultra alta definición y color, revisándolas al instante en una cámara que a la vez es filmadora, editora y archivo de imágenes, no podrían siquiera imaginar el trabajo de galeotes de los reporteros gráficos de antes.

Eran tiempos del rollo de celuloide, con límite de tomas y sensibilidad muy pobre para los patrones de hoy. Los reporteros gráficos de diarios iban a su tarea con dos cámaras, una cargada con película color y otra con blanco y negro. Los fotógrafos modestos operaban manualmente sus máquinas. Los más pudientes se equipaban con cámaras motor Pentax o Nikkon, japonesas con óptica alemana Carl Zeiss, que corrían la película automáticamente. Todo lo demás era manual: foco, filtro y velocidad de disparo, con constante cambio de lentes: normal, gran angular, telefoto, etc. La sensibilidad de la película se clasificaba en unidades ASA (American Standard Asociation) y si te equivocabas de elección podías arruinar la tarea de todo un día.

El fotógrafo tenía que llenar necesariamente cada rollo para justificar el costo. Por eso muchas veces las fotos mañaneras de sociales llegaban recién a la tarde, con las de la sesión de la Junta Municipal. Eso sacaba de sus casillas a la cronista que había estado planchando la silla esperando sus fotos. Era una economía de guerra que impedía que la ganancia del fotógrafo se fuera por el desagüe de la pileta de revelado.

REVELAR, FIJAR, SECAR, COPIAR – Son todos verbos que se perdieron en el tiempo con la fotografía digital y que tal vez pervivan en algunos reductos de la nostalgia.

La primera tarea del laboratorista era revelar el rollo. El procedimiento tenía cuatro etapas. Consistía en introducir el material en unos cilindros en donde el celuloide era sometido a un líquido revelador durante un tiempo preciso. Luego iba a un líquido fijador, a continuación venía el lavado y finalmente la estabilización y secado. 

Los químicos utilizados tenían dos factores críticos: la temperatura del revelado y la caducidad del producto. De ellos dependía la calidad de la foto.

A la mesa del secretario de redacción iban las llamadas copias de contacto. Los rollos revelados eran cortados en tiras de 10 o 15 cuadros, se las alineaba sobre un papel fotográfico positivo y se imprimía sobre él los fotogramas. Munido de una lupa, el jefe elegía la foto apropiada. No había más chances que esas. Nada de zoom, corte, modificación de contraste. Todo eso vendría con la foto digital.

EL FOTOPERIODISMO – De aquellos heroicos reporteros gráficos llegamos a lo que hoy se denomina periodismo multiplataforma, una forma de trabajo que concentra las funciones de reportero, fotógrafo y redactor, y dependiendo del grado de especialización, puede convertirse en camarógrafo, columnista y presentador al mismo tiempo.   

La fotografía y el video dejaron de ser un engorro técnico caro y complicado para convertirse en una herramienta barata, sencilla y casi perfecta que completa la labor del periodista.

Apenas pasaron unas décadas. Pero los cambios fueron gigantescos en tan poco tiempo.

Como suelo decir en este espacio: ¿Mejor, peor? 

Sólo diferente.

 

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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