Resulta difícil no hablar de política con unas elecciones a la vuelta de la esquina, además de la cantidad de contenido de análisis que nos regalan aquellos que aspiran a ocupar un cargo. Esa frase popular “no esperaba nada de ti, pero aun así logras decepcionarme” se personifica en múltiples actores a lo ancho y largo del país.
La situación actual de nuestra capital es interesante para un caso de estudio sociológico donde, sin hablar a favor de ningún candidato, solamente presentando las acciones del candidato del partido de gobierno, son suficientes para querer votar por cualquier ser vivo que aspire al cargo y cuente con la mitad de su prontuario.
Prebendas, malversaciones, sobre endeudamiento, utilización de recursos públicos, uso indebido de influencias, xenofobia, extorsión y una lista amplia de joyas que ostenta un personaje que construye su discurso en base a argumentos ad hominem, sin espacio en su agenda para presentar propuestas, procesos de transformación, donde su mayor argumento es la experiencia y gestión en el cargo, como aquél pez para el cual el universo entero es su pecera, como si la realidad no fuera que somos copropietarios de una de las capitales más descuidadas, sucias y hostiles del continente, sin que exista ningún plan serio para revertir esa situación. Votar al color “muera quien muera” o “sea quien sea” son premisas que nos está costando muy caro.
Si tuviéramos una empresa ¿pondríamos a una persona con este perfil como gerente general? Estoy seguro de que no y, si alguien opina que los argumentos no son suficientes y que sí confiaría en una persona como él, probablemente ese sea el motivo por el cual no tiene una empresa.
Entre esas cosas improbables que nunca ocurrirán, pero que son buenas para reflexionar: Si no existieran los partidos políticos (ninguno) ¿por quién votarías en estas elecciones? Si con esta pregunta mutan las intenciones de voto, podemos tener un poco más de esperanza en la humanidad.
