La amistad es una relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia, y puede durar o no si esta relación es sostenida y valorada con y en encuentros y conversaciones reales. Sin embargo, mucho ha cambiado desde la incursión de la tecnología en nuestras vidas.
Representan herramientas para redactar y enviar mensajes a una o un grupo de personas esperando que respondan al mismo con otro mensaje o una acción que sirva para solucionar un conflicto, producir o sostener una tarea o lo que cómo personas sin tecnología habituamos a hacer. Estar frente a frente para comunicar una idea, muestra alegado, desagrado, aprobación o desaprobación de una postura o dirección para algo parece ser la misión.
Existe confusión con respecto a la existencia y uso de estas herramientas que existen para mejorar, acelerar o facilitar la realización de un trabajo y no son el amigo que nos debe escuchar, aconsejar o ayudar. En realidad debemos saber cómo y cuándo darle una pausa o tiempo fuera a estar frente a una pantalla esperando la respuesta de ese alguien que hasta quizá no haya visto o no quiere ver su bandeja de entrada para tener la certeza de saber por lo menos que nuestro saludo le ha llegado.
Verdadera rol de los teléfonos
La tecnología no debe ser tomada cómo el amigo o esa relación que disfrutamos tener al estar juntos poder escucharnos, vernos y sentirnos sin estar separados por la distancia o una pantalla de plástico que nos muestra un pulgar arriba a una publicación hecha de un “amigo” o contacto en la a veces extensa lista de amistades que en verdad solo ocupan ese lugar de forma virtual y no real. Lo que ya es un aviso o indicación que algo no cuadra en la lógica de la auténtica amistad. Esto solo es creada, sustentada y prolongada sí existe un ida y vuelta fluido de mensajes sin que sea interrumpido por la entrada de otros mensajes o la distracción hacia otras aplicaciones, que existen para ser usadas y no terminar siendo usados por las mismas.
Uno de los tantos riesgos que presentan las aplicaciones en la red son el dar información privada a desconocidos que camuflados cómo “amigos” o “seguidores” en cualquier diálogo de chateo pretenden acceder a datos privados que no debemos exponer en nuestro perfil por el riesgo que significa para nosotros el hacer saber el pin o contraseñas desde nuestra cda hasta el correo electrónico, lo que poseemos o lo que pueda hacer conocer dónde vamos y lo que hacemos.
Entender lo real de lo virtual
Debemos aprender a separar los dispositivos, utensilios y herramientas tecnológicas para hacer la verdadera amistad que sirva para y por algo y que esas personas no estén acumuladas en la lista de contactos donde no hace otra cosa que llenar el cupo de nombres que podemos tener en nuestras redes. Que muchas veces pueden estar integradas de gente con las que jamás nos hemos cruzado ni compartido el sencillo; hola, cómo estás?.
La clásica y conocida forma de empezar una conversación humana ha mutado en un mundo que a medida que el tiempo avanza todo gira en torno al fono y como van surgiendo nuevos dispositivos y aplicaciones que encantan a muchos por querer poseer el teléfono más veloz, con mejor cámara o mayor espacio en el disco duro muchas veces sin razón o motivo para lo que fueron creados, sino solo para tener y lucir con el mismo en reuniones sociales.
En vez de socializar de formas reales continuamos con los ojos y oídos en una conversación con el “amigo” de otro continente en vez de usar dichos sentidos para una charla real con un desconocido que nos haga conocer nuevas cosas. En un mundo del que creemos saber mucho o todo a través del internet nunca reemplazará los encuentros reales con amigos verdaderos. Que siempre son y serán útiles en nuestra vida.