El comer es un ejercicio que practicamos los seres humanos desde siempre gracias a la naturaleza y recursos que ella nos ofrece; carnes, verduras, frutas, cereales y todo lo que ingiramos para seguir sanos y vivos en nuestro planeta. Hoy el presidente Peña presentó un proyecto de hambre cero en las escuelas durante 180 días, los demás días sin clases no habrá comida?
Hoy el hambre acucia por falta de inversión, tiempo e interés de algunos países y personas ya muestra el riesgo de quedar vacío no solo por pandemias sino ofertas excepcionales como salir de la tierra para explorar el espacio un lugar inhóspito y que no reúne las condiciones adecuadas para el ser humano y mucho menos para los recursos que necesitamos para desayunar, almorzar o cenar.
Por este motivo una institución astronómica plantea la idea de tener peces para alimentar a los astronautas en la luna. El programa Lunar Hatch pretende adaptar una forma experimental de acuicultura terrestre a las condiciones lunares, con el fin de producir in situ parte de los alimentos que las tripulaciones necesitarían para sus misiones de varios meses de duración.
Aprender a sobrevivir con recursos terráqueos
Instalar granjas piscícolas en la Luna para alimentar a los residentes de una futura base es el reto de Lunar Hatch. Lanzado en 2019, con el apoyo del Centro Nacional de Estudios Espaciales y la Agencia Espacial Europea (ESA). Este programa, liderado por biólogos de la unidad conjunta de investigación sobre Biodiversidad, Explotación y Conservación Marinas (Marbec) de la estación del Centro de Investigación Francés El Instituto para la Explotación del Mar (Ifremer) de Palavas-les-Flots (Hérault) tiene como objetivo garantizar que los óvulos fertilizados, esenciales para el funcionamiento de posibles dispositivos de acuicultura con selenita, para que sobrevivan incluso al peligroso viaje hasta nuestro satélite.
No es una mala idea para los amantes de comer pescados o pirá como diríamos en guaraní, nuestra lengua vernácula que debe ser considerada uno de los patrimonios humanos para transportar también al espacio cómo los tan admirados y consumidos pescados surubí o dorado que pueden ser incluídos en el menú astronautico.
Si algún día se lanzara, la colonización de nuestro satélite requeriría sin duda el uso de sistemas capaces de producir in situ parte de la energía que las tripulaciones necesitarían para sus misiones de varios meses de duración y de alimentos. Sin embargo, la investigación sobre “soportes vitales”, equipos capaces de convertir recursos y desechos locales en biomasa comestible, hasta ahora se ha centrado únicamente en vegetales y microalgas.
Esto impone a los futuros conquistadores de los mares de selenita una dieta a base de plantas o de conservas liofilizadas que puede no ser apta para todos, en este entorno de gravedad reducida donde el trabajo de músculos y huesos genera carencias de vitamina B12. Siendo el pescado una opción para hacernos de la vitamina que las condiciones allá afuera demandan de la humanidad.