Hemos tenido un verano lleno de incendios forestales al punto que padecemos sus efectos venidos de otros países cómo los resultados de la quema en Corrientes (Argentina) que nos han atacado con una tormenta de humo un par de meses aquí en Asunción y otros sitios.
Se percibe el fuerte y desagradable aroma del monóxido de carbono, y es lo que ahora se da en el Brasil donde narices de muchos brasileños están percibiendo esta fragancia que dado su origen no parece terminar pronto.
El gigante bosque del Amazonas es protagonista de este escrito otra vez, y no por lo que ya sabemos lo que puede dar a la vida de los humanos por la enorme cantidad y variedad de seres vivos que allí habitan o por su feroz dimensión. Son 6.7 millónes km², sino por el enorme daño que allí se sigue haciendo con la deforestación, incendios, cacerías y otros atropellos poco o nada humanos para con nuestro medioambiente. Este debate divide a los políticos de ese país con un Bolsonaro apostando por su violación.
Un problema global
Ahora el Amazonas salta cómo personaje, lugar, o hecho en destaque por una ley que se pretende aprobar en nuestro vecino país que autorice la explotación de recursos en territorios indígenas. trece pueblos indígenas viven allí.
No es solo el abuso destructivo humano sino ahora una forma de arruinar las cosas por medidas legales. El gobierno quiere aprobar una ley que autorice la explotación de recursos en territorios indígenas. La distancia que separa al Amazonas del Paraguay es de 2364 km, no así la dimensión que existe entre los efectos que que allí se producen y la vida y salud del Brasil, de su barrio, ciudad y planeta con alcance global.
Si se talaran todos los árboles de la selva amazónica, desaparecería una región natural tan grande e importante que afectaría a todo el planeta, cambiaría mucho más el clima en todas partes, se perdería mucha tierra aprovechable como ecosistema. Hay que estar muy atentos a lo que suceda en el vecindario global ante hechos de este tipo