sábado, junio 14

Alegría rápida / Félix Martín Giménez Barrios

Actualmente nos encontramos en una sociedad donde la inmediatez domina nuestras
emociones. En las redes sociales es en donde más se nos ofrece dosis diaria de
placer gracias a los likes y a los videos breves. Esta alegría rápida no es duradera,
pero sin duda, es adictiva. En la búsqueda de la felicidad eterna, nos volvemos
impacientes con la tristeza. Este tipo de alegría no suele alimentar nuestra mente,
constantemente, solo la adormece.

Todo esto puede ser muy útil como un alivio momentáneo, para levantarnos un poco el
ánimo. No obstante, cuando se convierte en nuestro único recurso para encontrar
satisfacción, se puede volver un peligro para nuestra propia salud mental. Ya no nos
enfocamos en buscar lazos y conexiones genuinas, sino solo unas distracciones
superficiales.

Aparte de que esta tendencia, lo único que hace es alimentar una ilusión de lo que es
la felicidad. Dentro de las redes todos parecen alegres, exitosos y realizados. Al
compararnos con algunos de ellos, creemos que algo nos falta. La alegría rápida
resulta entonces solo una especie de máscara y no un estado real de nuestra mente,
al no saber que sentimiento es verdadero o falso.

La verdadera felicidad por lo general se construye de forma lenta, nos guste o no ese
hecho o idea. Aprender a valorar lo cotidiano es esencial, reconocer que no siempre
se podrá estar alegres o felices es un acto de madurez, aunque claro, siempre es
difícil caer bajo. Lamentablemente, la vida humana no es solo brillo, algunas veces
también es sombra.

No se trata de rechazar la alegría total, sino de entender su lugar y propósito. Nos da
siempre un respiro de todo lo negativo, pero no es un refugio fortificado. La prisa por
sentirnos bien nos ha hecho olvidar que la verdadera alegría requiere tiempo y
profundidad. Algunas veces hay que simplemente permitir que la alegría llegue sin que
sea forzada. No se trata de rechazar los placeres pequeños, sino de no confundirlos
con una vida plena.