Conservadores eligen nuevo Primer Ministro. Los laboristas lo miran por TV
Para encontrar un hecho similar al turbulento fin del mandato del Primer Ministro británico Boris Johnson habría que retrotraerse a los años ’60 del siglo pasado. El caso Keeler-Profumo fue mucho más grave que las festicholas del hoy cesado presidente del Partido Conservador y Primer Ministro en vergonzante retirada.
Johnson violó la cuarentena durante la pandemia y prohijó a cierto toqueteador serial que ejercía sus artes en el exclusivo Club Carlton de la City londinense. Eso lo tumbó de su sillón partidario y de Downing Street 10.
Pero Lord John Profumo, ministro de Guerra británico en 1963, cayó en las redes del espionaje soviético en plena guerra fría, al trabar una relación clandestina con la corista Christine Keeler, quien compartía su lecho además con un espía camouflado como agregado naval en la embajada soviética de Londres. Entre sábanas y almohadas, la scortgirl habría trasvasado a Moscú información sobre el arsenal nuclear británico, algo inquietante dado que meses atrás el mundo había estado en vilo por la crisis de los misiles rusos en Cuba.
Si bien el affair Johnson carece del glamur del caso Keeler-Profumo, tiene aspectos interesantes, uno de ellos, el mecanismo de sucesión del dimitente. En primera fase, los 358 parlamentrios (MP) de que dispone el Partido Conservador se someterán a una ronda de votación, o varias si es el caso, hasta dejar sólo dos candidatos. En segunda fase, los 200.000 miembros activos del partido elegirán entre los dos un nuevo presidente del partido y, con él, un nuevo Primer Ministro. Cuando eso suceda, el rol de Johnson habrá terminado oficialmente. Sólo quedarán dos pasos protocolares. Primero, el cesante parrandero deberá despedirse de Isabel II. Luego, el flamante Primer Ministro deberá ir con el sombrero en la mano ante la Reina, quien lo invitará oficialmente a formar nuevo Gobierno.
Si el lector está atento habrá notado un detalle: el silencio absoluto del Partido Laborista, el otro gran protagonista de la vida política británica. Y es que nada tiene que hacer, porque la tradición parlamentaria se ha hecho cargo de la dirección de los acontecimientos. El periodo de Johnson terminaba en 2024, por lo tanto compete al PC, y a nadie más, elegir a quien vaya a completarlo. Algo muy británico, si consideramos que un Primer Ministro dura en el cargo “al placer de Su Majestad” como reza la tradición.
