Los niveles de las aguas de los ríos todavía siguen muy bajos. Deberíamos prestar más atención a estos defectos y tener una política nacional orientada a hacer que ese tipo de impactos globales no tengan tanta implicancia entre nosotros.
Aquí nos lamentamos, pero creemos que esa es la ley de la vida, y que nadie podrá terminar con esas circunstancias. Hay comunidades indígenas sin ningún contacto con la población blanca desde los primeros años de la historia de la humanidad que también se ven apeligrados por el avance de la llamada economía agrícola mecanizada que tiene un alto impacto sobre esas comunidades y que finalmente impactan sobre las condiciones climáticas en su conjunto.
Las políticas públicas han sido diseñadas, los discursos públicos han sido más que repetidos, pero nosotros nos empeñamos en desoírlos. Creemos que estas cosas pueden darse en otros países, pero entre nosotros, entre elegir la voracidad de un sector económico frente a la realidad que afecta a todos, terminamos escogiendo y alabando al primero, pero condenándolo también -junto a lo segundo- a unas condiciones de vida cada vez más precarias para ellos y para sus descendientes.