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Acoso callejero

Se presentó en la Cámara de Diputados un proyecto de Ley que busca sancionar con multas y hasta con penas de cárcel el acoso callejero. La misma semana de presentación fueron tendencia algunas denuncias realizadas desde las redes sociales; a modo de escrache cada tanto sale una foto con la cara de algún individuo y la chapa del auto. El debate se abre sobre la fidelidad de la denuncia: “¿Cómo sabemos que realmente esta persona te dijo o hizo algo?”, nuevamente cae la duda sobre las víctimas. A las “no denuncias” policiales se les suman las “no denuncias” sociales por miedo a pasar por el escrutinio de las audiencias.

Categóricamente no sólo pueden existir malos entendidos si no que, hasta malas intenciones en algunas denuncias, pero ¿vamos a negar que en la calle las mujeres sufren de acoso? ¿Nunca en la vida fueron testigos de eso? Y, ¿Cuántos hombres se sientan en el ómnibus y ruegan que no se acerque esa mujer que subió recién ya que tiene pinta de que les puede decir cosas? ¿Cuántos hombres cruzan la vereda por temor a lo que puedan hacer o decir un grupo de mujeres que están tomando en una bodega? ¿Cuántos hombres se ven enfrentados a la incomodidad de lo que una mujer mayor les diga en una fila o en el ascensor? La realidad es otra.

Una manera de medir las tendencias es revisando palabras claves y trabajando sobre las menciones positivas, negativas y neutras. Como el proyecto es nuevo y la visibilidad aún es pequeña, seguimos procesando datos para reconocer puntualmente sobre esta presentación cuál es la reacción de la gente en números reales. De cualquier forma, puedo adelantar los comentarios negativos:

1. La falacia sobre que existen temas más importantes y que los diputados y senadores están en otra. En realidad, los temas son importantes dentro de sus contextos, criticar que se tenga presupuesto para compra de armas cuando los colegios públicos tienen problemas estructurales es mezclar educación con seguridad.

2. Poner en duda la denuncia y defender la supuesta inocencia del denunciado. La víctima se revictimiza hasta el final, y esto genera que las denuncias se reduzcan, no así los hechos.

3. “Ahora ya no podemos ni mirar, esta generación es débil”. Existen formas de “mirar”, y si perseguir con la mirada a alguien o decirle a una desconocida algo al pasar resulta natural o hasta un derecho, no estamos entendiendo el miedo que se genera en muchas situaciones.

El proyecto aún está en proceso de revisión de comisiones y de ahí pasará a la sesión ordinaria para un debate, para luego continuar un proceso largo hasta ser promulgada en caso que se acepte en las cámaras con o sin modificaciones y que no sea vetada desde el Ejecutivo.

La pregunta que surge es: ¿Por qué el miedo? ¿Es por no saber cómo comportarnos de ahora en más en público? ¿Es miedo a posibles denuncias falsas? ¿O es mayor el temor a perder el privilegio?.

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