El Paraguay se define como un Estado laico aconfesional, y cuando vemos, como en el caso del Director de Aduanas Y el Senador Arévalos, que dicen abierta y públicamente que se reunían en oficinas del Estado para orar mientras continuaban con sus pingües negocios, unos minutos después nos damos cuenta la gran incoherencia que tenemos muchos en el sentido de primero, hacer algo que está en contra del mandato constitucional, y dos, presumir algunas acciones que realmente nos demuestran que aún estamos lejos de vivir de acuerdo al mandato de la norma.
Los paraguayos no nos hemos acostumbrado aún a entender lo que significa realmente un Estado que no tiene una religión oficial desde 1992 y que, toda actividad que promueva el culto o la religiosidad dentro de las instituciones públicas, violan la Constitución.
Viola también la moral de muchas personas el hecho de que presuman de su condición de adscripción a determinada religión y terminen en realidad siendo unos grandes bandidos, rateros y deshonestos de forma reiterada.