Las cuestiones que tienen que ver con la educación siguen siendo sujetas de un amplio debate. Por un lado, pareciera ser que algunos maestros ya se acostumbraron a no tener que enseñar.
Por otro lado, también insisten en que las pruebas que se toman a los niños y jóvenes no reflejan el proceso de aprendizaje, porque, en muchos de los casos, son los padres o las personas que los ayudan los que están rindiendo por ellas.
Esas circunstancias nos pueden llevar todavía a profundizar aún más la gran crisis educativa que tenemos. Si tenemos ya, de por sí, un grave problema con la deserción escolar, ahora tendremos un montón de personas que han pasado el curso del año pasado, 2020 y 2021, sin haber aprendido nada, sin haber gozado del conocimiento. Ya sea porque no tuvieron el acceso a quienes pudieran ayudarles a dicho propósito, o porque la tecnología se ha quedado notablemente corta para dicha tarea.
Hay que buscar alternativas nuevas para recuperar esto que puede ser una cosa mucho más grave que la que estamos padeciendo en la actualidad en el reinicio de la etapa final del año lectivo 2021.
Niños que aparentan estar aprendiendo, cuando en realidad, son sus padres los que están rindiendo por ellos. Cuando tengamos que lamentarnos de sus consecuencias, podría ser bastante tarde.