Triste papel del presidente argentino ante la cumbre de EE.UU.
Se supone que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es una entidad que busca la integración de 33 países dentro de (sic) “un sabio equilibrio entre la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural” de los 600 millones de habitantes de esa porción del continente de la cual están excluidos Canadá y Estados Unidos. En nombre de esa organización, en su carácter de presidente pro tempore, habló el presidente argentino Alberto Fernández ante la IX Cumbre de las Américas celebrada en Los Angeles, California.
Decir que habló es un poco exagerado. Lo que en realidad hizo fue servir de mensajero de los tres dictadores a los que el presidente anfitrión, Joe Biden, se negó a invitar por razones más que obvias. Establecido en base a la carta constitutiva de la OEA, este encuentro se realiza bajo el principio de que la democracia representativa es indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región y que ella se perfecciona en la realización de elecciones libres y transparentes, en el respeto a los derechos humanos y en la libertad de reunión y de prensa.
El presidente argentino se permitió el atrevimiento de hablar en nombre de los países integrantes de la CELAC, Paraguay entre ellos. Así, ilegítimamente investido, fue a abogar por tres tiranías jurásicas. Por ejemplo, la del nicaraguense Daniel Ortega, que encarceló el año pasado a sus adversarios políticos para tener cancha libre y alzarse con una victoria electoral ilegítima. Habló en nombre de Nicolás Maduro, el fantasmón que impuso directivas domesticadas a los principales partidos políticos, mandó al exilio a los líderes irreductibles y arrasó con la libertad de expresión y de prensa. Habló en nombre de Miguel Diaz Canel, el dictador de la oxidada y anacrónica revolución cubana, que acaba de condenar a 127 personas a penas que suman 1.916 años de cárcel por el delito de reclamar elecciones libres en las calles de La Habana.
En nombre de estos cachivaches que tiranizan a sus pueblos hablo en Los Angeles el presidente argentino quien, junto a la vicepresidenta Fernández, profesa un sumiso amor a los tiranos entre quienes se incluye el mismísimo Vladimir Putin, el destructor de Ucrania.
Menudo papelón el del presidente Alberto Fernández, quien no cesa de hacer el ridículo en los estrados internacionales.