Una de las aristas centrales de la administración pública paraguaya es la notable mediocridad de varios de los que hacen parte de esa nómina que se lleva U$S 4 mil millones del presupuesto cada año; y no ha existido en todo este tiempo nadie que haya podido plantear una resolución a nuestros problemas básicos.
Nadie quiere que se tomen exámenes, que hayan concursos de oposición, que aquel que gane un puesto se lo haya ganado porque era el más capaz entre los concursantes, y que no le deba el nombramiento a algún político en tiempos electorales, y que por lo tanto sabe perfectamente que él no está preparado para dicha tarea y al único que debe fidelidad no es a su mandante principal que es el pueblo, sino a quien lo colocó en el sitio.
Las prebendas, los planilleros, las designaciones a dedo le han sacado capacidad al Estado Paraguayo de responder a lo que es su fi n principal y unigénito, el de servir a la sociedad que, con sus impuestos financia lo que ellos administran.
El presupuesto general de gastos vuelve a colocar cifras muy importantes, incluso de incrementos a varios de nuestros empleados públicos en donde la mediocridad, la corrupción, la deshonestidad y la venalidad hacen parte de su DNA.
Tenemos un Estado que durante la pandemia ha funcionado con un tercio de la capacidad y no se ha visto la importancia que tienen los dos tercios restantes que se quedaron en sus casas.
Si nosotros no cambiamos esta situación, seguiremos culpando a quien administra circunstancialmente el poder y no estaremos buscando a aquel que realmente quiera transformar por completo esta paquidérmica y corrupta estructura que tenemos.