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Aquellas redes sociales…

“Tengo el honor de dirigirme a esa superioridad…”

Así empezaba una comunicación que desde la temible dirección de política y afines del Ministerio del Interior se elevaba a los sagrados altares del poder cierto día de abril de 1984. Su contenido concernía a asuntos “de alto interés nacional”, por ejemplo, las presuntas inclinaciones sexuales, por entonces inaceptables, de un par de ministros, la rapiña de botellas de sidra regaladas en Navidad y hasta la inclinación por la felatio estratégica de cierta Tota cuya identidad se guardó el informante.

La solemnidad de este “informe” revela, por un lado, la absoluta carencia de sentido del ridículo que impregnaba a estos rígidos servidores del pyraguereato estronista. Pero por el otro, refresca la memoria sobre la extrema importancia de los baños públicos, los murallones y las paredes como medios de divulgación, tanto de campañas de difamación como de información genuina pero vedada a los medios formales de comunicación.

Creo, sin temor a equivocarme, que aquellas fueron las primeras redes sociales cuya raigambre es más antigua de lo que creemos y que no sólo transmitían mensajes escritos sino también, dependiendo de las habilidades y competencias del comunicador, dibujos con diferentes grados de calidad, a veces verdaderas obras de arte.

Las mejores muestras de la venerable antigüedad de esta forma de chismerío social salieron a la luz en Pompeya, la ciudad romana sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79. En sus paredes, recuperadas luego de siglos de soterramiento, se aprecian grafitis con mensajes amorosos, injurias contra hombres públicos, de admiración por algún gladiador de moda y hasta lemas publicitarios de las más populares cantinas pompeyanas.

Como suele decirse, nada nuevo bajo el sol… o las cenizas.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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