Los pueblos reaccionan con hastío frente a viejos liderazgos.
El triunfo del izquierdista Gustavo Petro en Colombia apunta a repetir un nuevo modelo de
realineamiento de las fuerzas políticas en América Latina: presidentes que llegan al poder con esquemas parlamentarios en manos opositoras. En marzo pasado, los colombianos renovaron la composición de su legislatura nacional. Según analistas locales, Petro hizo una buena elección aunque la matemática no lo favorezca en el volumen general de cargos electivos. El Pacto Histórico que lidera Petro es una abigarrada amalgama entre progresismo, socialdemocracia, feminismo, ambientalismo y liberalismo social. En el Congreso, posee 20 de los 108 senadores y 28 de los 188 diputados. El PH ha logrado acceder sólo a una de las 32 gobernaciones departamentales, 70 de las 1.102 alcaldías y apenas 642 de las más de 12.000 concejalías municipales. Frente al magro 17% que Petro logró reunir en el Congreso se alinea un 59% de bancas en poder de los partidos Conservador, Liberal y otras agrupaciones de centro derecha, lo cual augura batallas legislativas épicas, sobre todo aquellas dirigidas a producir cambios y transformaciones en todos los órdenes de la vida colombiana.
Esta ecuación de poder se repite en otros países del continente. Gabriel Boric gobierna Chile con sólo 6 de los 50 senadores y 37 de los 155 diputados. En Perú, la fragmentación alcanza proporciones inéditas. El Partido Perú Libre, que llevó al poder a Pedro Castillo, obtuvo 37 de los 130 legisladores del Congreso unicameral. Del lado opositor se agrupan 14 partidos y movimientos entre los que destaca Fuerza Popular, un grupo ultraconservador liderado por Keiko Fujimori, quien estuvo a pocos votos de arrebatarle la presidencia a Castillo. En Ecuador los polos ideológicos se invierten y es el conservador Guillermo Lasso quien gobierna con sólo 26 de los 137 integrantes del Parlamento unicameral, más de un centenar de ellos de militancia izquierdista.
Muchos se preguntan si esta antinomia terminará apoderándose de América Latina. Antes que a una alternancia de ideologías y liderazgos, el continente parece responder con hastío a las convocatorias electorales, consagrando figuras que nada tienen de tradicionales y sí mucho de disruptivas.
¿Habrá sonado la hora de los outsiders?
