Pifiadas que agravan la situación pospandemica de la educación
Días atrás nos referíamos a la ausencia de una evaluación sistematizada del daño que está produciendo la pandemia y sus ramalazos finales hasta que llegue a la categoría de endemia como una gripe estacional más. Pedir semejante cosa de la actual administración de la educación pública es un exceso de optimismo, para no ser más drásticos. Está claro que el ingeniero agrónomo no da el tono necesario para estar al frente de una cartera compleja y superpoblada como Educación y Ciencias. Lo demuestra la liviandad conque dispuso mandar a los chicos de vuelta a casa al emitirse una voz de alarma desde el Ministerio de Salud ante la aparición de una ola de contagios. Opinando post factum pero con la experiencia derivada de su paso por la cartera de salud, la senadora Esperanza Martínez condenó el apresurado cierre de escuelas y colegios recordando que las enfermedades respiratorias en niños de edad escolar son frecuentes en temporadas invernales.
El papelón administrativo respondió a una reacción refleja sin un previo análisis de situación. Los infectólogos de todo el mundo aclararon cuantas veces les cupo la ocasión que el aislamiento a que se vio obligada la humanidad ante la irrupción del COVID 19 estaba causando una merma -o al menos, una detección mucho menor- de trastornos respiratorios de todo tipo, desde el resfrío común hasta la temible enfermedad pulmonar oclusiva crónica (EPOC). Y también alertaron sobre la reaparición de estas patologías ni bien se renudara la actividad social normal.
El propio Ministerio de Salud instó a mantener prácticas higiénicas como el lavado de manos, uso de barbijo y distancia social como barrera para evitar contagios y también vacunar contra la influenza según edad. En el caso específico de los niños en edad escolar, el ministerio recomendó no llevarlos a clase si presentan algún síntoma respiratorio y hasta tanto el cuadro remita.
Es evidente que esta realidad la manejan mucho mejor los padres de alumnos que el ministro agrónomo. La reacción de las asociaciones fue instantánea y contundente: seguir con las clases presenciales con los protocolos y cuidados sanitarios que han demostrado eficiencia ante el COVID.
Ya no hay margen para seguir perdiendo jornadas de clase.
A ver si los políticos con poder de decisión se meten esto en la cabeza de una buena vez y se dejan de dar palos de ciego.