La democracia paraguaya, con más de treinta y tres años, continúa con un alto nivel de desconfianza por parte de la población. Más de la mitad de los paraguayos no cree en el sistema democrático, y no cree que este le traiga las oportunidades que ambicionaba para poder desarrollarse en el país.
Hemos estado perdiendo la fe y el entusiasmo en la democracia, y en el camino la ambición de mucha gente honesta, proba, capaz, comprometida de trabajar en la política.
Primero fueron los que se creían que eran los únicos que sabían cómo llevar un gobierno y se continuaron aposentando en los lugares del poder. Después llegaron los del dinero que dijeron “este es el listón alto que vamos a poner. El que no tiene recursos que no se meta en la política”, llevando a la concreción la expresión mexicana que dice “un político pobre es un pobre político”; y en las condiciones actuales de confianza, de decepción y desencanto en la democracia hay que recuperar el catecismo de ella y para eso hay que hacer creer a la gente que realmente esto que está pasando no es democracia, ni se parece como remedio a ella.
Hay que volver a reconstruir, reconfigurar, resetear la democracia para que ella tenga sentido y dé oportunidades a la gente, que es todo lo que ella puede ambicionar y otorgar a cada persona.
