Uno de los grandes retos que tiene cualquier sociedad es cuidar de los niños y de las personas ancianas, y en ese sentido también se prueba el grado de madurez y consciencia que ha alcanzado una sociedad en un momento determinado. No estamos exentos de problemas -los seres humanos- pero deberíamos cuidar a las personas más vulnerables, que es cuando se mide el verdadero compromiso que tiene una sociedad para con los suyos que se encuentran en una situación de riesgo.
El Paraguay ha tenido que recurrir, en varias oportunidades, a procesos traumáticos como el que vive un colegio en Lambaré, pero que también nos demuestra que hay otras cosas en términos estructurales que no están funcionando como debieran.
La gran cantidad de abuso de menores en el ámbito y recinto familiar es una simple cuestión sobre la que habría que establecer políticas públicas eficaces, y trabajar a la sociedad en su conjunto; no solo el Estado, también las iglesias, las asociaciones, los grupos de vecinos, la comunidad en definitiva. Todo lo que acontece en un entorno generalmente depende de personas que no se encuentran dentro de la cercanía de ella, sino que también hacen parte de su relación cotidiana.
Debemos recuperar en el Paraguay ese valor importante de que nos importe el otro, si miramos la situación de empatía que se reclama y de alteridad que se necesita, veremos que el Paraguay ha venido abandonando de forma sistémica, constante y permanente a sus niños y también a sus ancianos. Hay que hacer política que es la búsqueda del bien común no sólo desde el ámbito del Estado, sino desde el ámbito público que alcance a todos los actores de la sociedad.