Hace poco tiempo asumí una posición de dirección muy importante. Una que no busqué y que llegó en un momento de transición personal, académica y profesional. Un desafío que implica liderar a un equipo humano, el cual deberá alcanzar los objetivos de la compañía trabajando para una de las marcas más importantes de belleza a nivel global. Pero hoy no abordaré eso, hoy escribiré sobre los jefes y el impacto tan trascendente que pueden generar en la vida de sus colaboradores.
No todas las personas saben ser buenos jefes. Dirigir a un equipo de trabajo implica controlar impulsos, ganarte el respeto de las personas involucradas en tu área, tener un nivel de inteligencia emocional superior al estándar, ser autocrítico y gestionar no solo tus tareas y obligaciones, sino la de un grupo de personas con sus respectivas variables emocionales. Un líder tiene una responsabilidad tan grande y compleja, la cual podría definir el resultado de un proyecto como un éxito rotundo o un fracaso total.
He tenido la fortuna de tener muy buenos jefes. Esos que retan y exigen porque saben de tu capacidad, que cuestionan todo y te dan la oportunidad de brillar, de proponer, equivocarte, de aprender. Jefes que se toman el tiempo de explicar una y otra vez algo que es totalmente ajeno a tus conocimientos, porque sos muy junior o porque apenas vas llegando. También he tenido muy malos jefes. Desentendidos e ignorantes, verborrágicos y mal hablados, acosadores y sin criterio. De ambos he aprendido. De los primeros a replicar ciertas metodologías de trabajo y de los segundos a no repetir esos patrones de liderazgo.
Han sido días de mucha reflexión. Nervios de por medio, pero segura de mi misma, acepte el reto que requiere en estos tiempos digitales, dirigir a un equipo por medio de llamadas, chats, emails y whatsapps. El hecho de no conocernos en persona, que hablemos diversos idiomas y estemos situados en distintos códigos postales, hace de éste uno de los desafíos más grandes, divertidos y diferentes que he tenido. Uno donde deseo guiar con el ejemplo, dirigir con firmeza, estimular con pasión y trazar el norte hacia donde llevar este barco con una infinidad de marineros a bordo.
Las olas son gigantes, la marea alta y el cielo aún no anuncia que pronto salga el sol, pero si logro impactar al menos una vida y esa a otras tantas más, este viaje en un mar de oportunidades habrá valido la pena.