Los paraguayos que, amparados en el derecho internacional, apoyan a Ucrania en el conflicto con Rusia, verían con enorme interés una explicación detallada y precisa del embajador alemán Holger Scherf sobre la postura de Alemania ante el gravísimo atropello que supone la guerra en Ucrania. En efecto, un país con la historia y los valores tradicionales del Paraguay observa con máximo temor y solidaridad la agresión rusa al pueblo ucraniano, así como también sentimos perplejidad ante la tibia reacción del gobierno alemán, presidido por el canciller Olaf Scholz, que ha decidido anteponer los beneficios, principalmente económicos, que le supone tener una buena relación con Putin a la defensa del derecho internacional y de los valores democráticos.
Más allá del drama que supone toda guerra, y sin desconocer los derechos históricos de Rusia que Putin quiere restaurar, el caso de Ucrania evidencia sobre todo la ruptura de Occidente, concretamente la traición por parte de Alemania y Francia al liderazgo y a la visión de Occidente que encarna Estados Unidos.
Ucrania simboliza el fracaso del proyecto europeo, que fue profetizado por Reino Unido. Si bien es comprensible la decepción alemana con una Europa llena de países improductivos, desleales y problemáticos, auténticos parásitos que solo saben vivir a costa de una escalada frenética de la deuda que hacen pagar a otros, consideramos un movimiento comprometedor el hecho de “arrodillarse” a la voluntad de Putin y de lanzarse en los brazos de China para negociar una solución para Ucrania, cuando el gigante asiático no hizo nada, más bien al contrario, por frenar a Putin en sus pretensiones. Gravísimo momento que vive el mundo, donde se están reajustando los pesos y contrapesos del poder global. La tercera guerra mundial será inevitable si aceptamos -como acaban de hacer algunos países que antes obedecían a Estados Unidos- que los intereses legítimos de un país se logran con una guerra.