La llamada generación de los millennials tendrá la oportunidad de conducir los destinos de un gran país sudamericano, Chile.
El triunfo de Gabriel Boric, un hombre de treinta y cinco años, abre las puertas también a mirar con una perspectiva completamente diferente lo que es la vida política de una nación.
Boric es de la generación que no ha sentido de manera drástica las vivencias durante la dictadura de Pinochet que arrancó en 1973 y terminó en 1990.
Esta generación también tiene la necesidad de articular nuevos modos y maneras de hacer política. Eso quizás sea el del costo más grande que tendrá que asumir él y su equipo cuando asuman en el mes de marzo la presidencia de Chile, un país con números muy positivos en términos de macroeconomía, pero bastante desigual y con una notable pobreza en varias regiones de ese país trasandino y esa también es una tarea nada fácil, porque tendrá que acometer la tarea de poner en cintura a los sectores económicos, que son lo que finalmente generan empleo y crean las condiciones de bienestar de la gente.
Sí plantea una revolución como la que intentó hacer Alliende entre 1980 y el golpe de estado del 11 de septiembre del setenta y tres, las cosas podrían irle mal; y si no hace la agenda de grandes cambios tampoco podría tener el apoyo de sus propias fuerzas que lo auparon al poder.
Gabriel Boric tiene la obligación de madurar pronto y rápido en los próximos años si quiere mantener aún un Chile pujante pero mucho más igualitario.
